Su muerte fue un jeroglífico. Destruido pero no derrotado. Con un escopetazo en la frente conjuró los fantasmas que lo acosaban. Ya no podía escribir, ni siquiera una nota suicida.
“Lo único que quería era saber cómo vivir” anotó en
A las siete de la mañana del domingo 2 de julio de 1961, según escribió el periodista Rafael Vargas en la revista mexicana
El escritor era un experto en armas, así que la tesis de un accidente, manejada durante años por su familia, quedó descartada desde el principio. Cosas de la vida. Ese mismo día arribó a México por primera vez Gabriel García Márquez y la primera noticia que tuvo fue la muerte de quien consideraba su maestro.
El Nobel de Literatura reflexionaría, una semana después, en el artículo
Hemingway nació en Illinois, en el crepúsculo del siglo XIX, el 21 de julio de 1899. Era el segundo hijo de Clarence, un médico, y su esposa Grace. A los tres años aprendió a pescar; a los 12 manejaba una carabina y con su padre aprendió a cazar. Su madre quería que siguiera una carrera musical, pero prefirió el periodismo. Fue corresponsal en los dos conflictos mundiales y en la Guerra Civil Española, allá por 1936.
Como reportero viajó por casi todo el mundo, pero dos países lo cautivaron: España y Cuba. A la primera le dedicó dos obras:
En 1954, al recibir el Nobel de Literatura dijo: “Mi obra fue pensada y creada en Cuba. A través de todas las traducciones está presente esta patria adoptiva donde tengo mis libros y mi casa”.
Pasaba mucho tiempo en La bodeguita del medio – famoso restaurante en una calle cubana–. Ahí “Papa” Hemingway ahogaba sus depresiones. En una de sus paredes escribió: “Mi mojito en la Bodeguita'y mi daiquirí en el Floridita”.
Escribió mucho y dejó más de tres mil páginas inéditas; una fue su novela autobiográfica
Según el filólogo especialista en Hemingway, Gabriel Rodríguez, “en Estados Unidos es un clásico indiscutible. Uno de los escritores sobre los que más se ha escrito en el ámbito académico. Su literatura supuso una revolución”.
Hemingway buscó siempre el peligro pero no pereció en él; superó una docena de conmociones cerebrales, dos accidentes de aviación, tres de automóvil y como corresponsal de guerra recibió al menos nueve impactos de bala.
¿Por qué quería morir? El periodista de
Este médico estudió todas las biografías, memorias y testimonios sobre el escritor y concluyó que la raíz de sus depresiones radicaba en un trauma infantil causado por su madre quien lo vestía como una chiquita y lo llamaba: Dutch Dolly. Al contrario, el padre lo trataba con dureza y fomentó un carácter agresivo. Conductas tan disímiles –según el Dr. Martin- ocasionaron que Hemingway odiara a la madre y deseara matar al padre por los maltratos sufridos en la niñez. En 1928, cuando Clarence se voló la tapa de los sesos acusó a su madre de ese suicidio y la trató de “perra”.
Debido a la muerte del padre Hemingway comenzó un proceso de autodestrucción que lo llevaría a la temeridad y autoinmolarse en las guerras, la cacería de animales feroces, los deportes extremos, los peligros constantes y el alcoholismo, cubiertos por una “fachada de hipermasculinidad y autosuficiencia.”
Biografías recientes demostraron que sus aventuras y hasta personalidades con las que compartió, en realidad fueron solo recreaciones fantásticas.
Depresivo e inseguro. Ernest era un hombrón machista que dejaba ese arrojo cuando tomaba un daiquirí o enamoraba alguna de sus tantas mujeres, y tuvo muchas a las que impresionó con su inteligencia, musculatura y desparpajo.
En principio tuvo cuatro esposas oficiales: Hadley Richardson, Pauline Pfeiffer, Martha Gellhorn y Mary Welsh. Al menos amó a dos más, Agnes von Kurowsky y Renata Ivancich, italiana de 19 a la que conquistó cuando él tenía 49. Hasta le atribuyeron amoríos con Mata Hari, pero era ilógico porque la espía fue fusilada en 1917 y él llegó a Europa un año después.
En la I Guerra Mundial conducía una ambulancia y fue herido de gravedad por la artillería austríaca; aunque lacerado por la metralla en las piernas y con una rodilla pulverizada, cargó y caminó 40 metros con un soldado italiano hasta ponerlo a salvo. Se recuperó gracias a los cuidados de Agnes, una enfermera en un hospital de campaña. Aunque era mayor que él sostuvieron un romance, le pidió matrimonio y ella se casó con otro. Eso lo impactó mucho, subrayó la prestigiosa periodista argentina Cristina Castelló.
El escritor enamoró luego a “mi pequeño repollo”, como le llamaba cariñosamente a la actriz Marlene Dietrich. Castelló afirma que lo de ambos fue un amor platónico sin nada de sexo, que nació en 1934, creció y se mantuvo durante una década, entre los 50 y 60 años del escritor. María Riva, hija de la actriz, donó al Museo John F. Kennedy en Boston, las 31 cartas que ambos se cruzaron.
Ernest ganaba $40 al mes cuando se casó –en 1920– con Elizabeth Hadley Richardson; ella de 29 y él de 21. A Elizabeth y a su primogénito John Hadley Nicanor les dedicó su primer libro,
Todo acabó en 1928 cuando apareció la bellísima Pauline Pfeiffer, amiga de Elizabeth. Hemingway dejó a su mujer y Pauline le dio un hijo, Patrick. Rico y famoso, el escritor pasaba sus días con ambos en KeyWest, Florida.
La guerra civil en España lo reclamó en 1936 y ahí conoció otro amor: la periodista Martha Gellhorn, brillante y bella. Vivió con pasión el nuevo romance y a los 41 años se casó por tercera vez. Se estableció en Cuba con su nueva esposa pero duró poco y peleó mucho; quería una hija que Martha nunca le dio.
Regresó en 1945 a Europa y en Londres trabó amistad con Mary Welsh, otra periodista que desplazó a la anterior y ambos se casaron dos años después.
Todos los diarios destacaron en sus portadas el suicidio de Hemingway, aunque la familia lo negó durante años, alegando que el disparo fue un accidente mientras limpiaba un arma.
En
A su alcoholismo unieron sus manías, una de ellas fue pensar que el FBI lo perseguía por órdenes de su director, el nefasto Edgar Hoover, quien lo consideraba el “enemigo público número 1” por su amistad con el joven revolucionario y comunista Fidel Castro.
De hecho, los archivos federales sobre el escritor reúnen 124 páginas,15 de las cuales están reservadas por ser “interés de la defensa nacional”; hay 40 manchadas con tinta negra y el resto revelan información sobre las actividades del escritor entre 1942 y 1974.
A instancias de sus amistades fue internado –en 1960– en la Clínica Mayo, en Nueva York, donde recibió entre 15 y 20 electrochoques que lo dejaron devastado y envejecido.
Quien había ganado el Pulitzer, en 1952 por
Se volvió una sombra de sí mismo. Vestía descuidadamente, calzaba unas simples sandalias de cuero, barba blanca, piel quemada por el sol; arrastraba el peso de más de 200 heridas, recuerdos de peleas de gallo, cacerías, borracheras, tardes de toros, armas, guerras y una hambrienta soledad.
Hemingway no pudo morir en su cama, reconciliado. Aquella desgraciada mañana de 1961 intentó cazar la vida y terminó pescando su propia muerte.