Para que los costarricenses reflexionemos y nos eduquemos, cívicamente, voy a comparar dos importantes acontecimientos recientes que, a primera vista, no parecen tener relación entre sí.
Me refiero a lo atribuido a don Rodrigo Arias Sánchez en tratos con el BCIE durante el Gobierno anterior, seguidas por intentos de encubrimiento en el actual; y el gazapo académico cometido por el Consejo de la Universidad de Costa Rica, al tratar de impedir una presentación del doctor James Watson, galardonado Nobel en 1962, con la rectificación correspondiente.
En ambos casos se cometieron yerros de la máxima gravedad relativa en cada contexto: a nivel nacional se acusa al principal ministro de Gobierno y hermano del entonces presidente de la República de manejar a su antojo y de modo no transparente $2.000.000 destinados por el Banco Centroamericano de Integración Económica a fines públicos en Costa Rica; y, en el ámbito universitario, la mayoría de los miembros del órgano de máxima autoridad operativa decidieron callar la voz de un distinguido intelectual extranjero.
Diferencias. Las dos acciones son de suma gravedad e igualmente cuestionables en su respectivo contexto, con la siguiente diferencia fundamental: actores centrales y principales del Gobierno se movilizaron y siguen movilizándose “entre bambalinas” para proteger al infractor; en cambio, autoridades correspondientes de la Universidad de Costa Rica trataron de explicar o justificar su error, pero terminaron reconociéndolo.
Como universitario, sentí legítimo orgullo cuando la rectora González se expresó enérgicamente contra la medida decidida por sus compañeros y compañeras del Consejo.
Así, continuó una tradición marcada por el benemérito de la patria Rodrigo Facio Brenes desde 1957, en un histórico intercambio que tuvo con quien era entonces estudiante de derecho, Rodolfo Cerdas: don Rodrigo dio una conferencia en que criticó el marxismo; y don Rodolfo respondió con un escrito bien fundamentado. Causó revuelo el “atrevimiento” de ese joven en el campus y no faltaron quienes pidieron su expulsión de la Universidad; pero el rector Facio se opuso contundentemente y, más bien, propició la publicación oficial del escrito del estudiante Cerdas, junto con la conferencia de él y su respuesta a Cerdas. Así, se dio una lección de honestidad, respeto y rigor intelectual que perdura hasta hoy.
Encubrimiento en el Gobierno, rectificación en la Universidad de Costa Rica. “¡He ahí la cuestión!”, como dijo Shakespeare. Y he aquí lo que don Rodrigo Facio también dijo en otro memorable discurso intitulado “La Justicia en la Pequeña República Universitaria”: como producto de la vida nacional, la Universidad refleja, necesariamente, todos los defectos y virtudes de la patria; entonces, su misión es corregir los primeros y fortalecer las segundas, como ejemplo viviente para otras instituciones (cita resumida, no literal).
Lamentable olvido. Es un verdadero “dolor de muelas en el corazón”, al decir de un poeta, saber que tantos ministros de Gobierno y otros jerarcas, graduados de la Universidad de Costa Rica, no aprendieron u olvidaron la filosofía de su epónimo y de otros distinguidos maestros de la institución.
Diríase que “pasaron por Salamanca, pero Salamanca no pasó por ellos”.
Ahora que el Colegio de Abogados está por celebrar su primer centenario, creo que daría un gran servicio al país, haciendo un recuento de cuántos de ellos están involucrados en esos problemas, relativamente a otros profesionales universitarios.
Así se inauguraría, solemnemente, un diálogo nacional sobre el tema, para ayudar a las universidades a descubrir cuáles son las fallas o vacíos de formación de sus graduados, a qué son atribuibles tales comportamientos y determinar cómo podrían responder mejor a las necesidades morales, éticas y cívicas de la nación.