La cinta Tercer mundo , dirigida por el chileno César Caro, cuenta tres historias sobre tres personajes en tres espacios di-ferentes: Richi en Costa Rica, Amaya en Bolivia, y Juan en Chile. Todos son jóvenes inquietos que buscan un cambio en sus vidas. Esta transformación interna pretende sacarlos de la rutina en la que habitan. Las tres historias reúnen otros temas: las leyendas de entes de otros planetas que intentan comunicarse con nosotros, así como el temor al fin del mundo; es decir, lo extraterrestre: el miedo y la fascinación que nos produce lo descono-cido.
Sin embargo, eso es solo el punto inicial para algo mucho más profundo y arraigado en nuestro inconsciente colectivo.
La ingenuidad de Richi, la locura de Juan y los sueños de Amaya componen un personaje tridimensional a la vez que mágico –como don Quijote–, quien procura salvar el mundo de catástrofes o simplemente cabalgar por nuevos horizontes. De allí surge uno de los motivos clásicos de la literatura –del cine– desde la Antiguedad: el viaje. Desde Ulises, en Occidente, el mito del viaje ha colmado nuestra imaginación, y tanto Richi como Amaya y Juan desean emprenderlo.
La búsqueda del padre. Amaya está anclada en el altiplano boliviano, en un contexto ancestral de leyendas indígenas. Ella sueña con encontrar su propio origen: el padre. En la Odisea , Telémaco viaja en busca de su padre, Ulises. Amaya quiere ir a Costa Rica, donde radica su padre, pero los preparativos del viaje la obligan también a reencontrarse con su madre en un recorrido por el altiplano de Bolivia. Tomas muy abiertas de sus paisajes parecen mostrarnos la soledad en la que la chica se encuentra, en un espacio amplio y quizá ajeno.
En medio de esa búsqueda, el mundo de Amaya se encuentra en un momento de crisis. Su novio, Rony, quiere emigrar en pos de una mejoría económica, otra de las constantes en la cinematografía latinoamericana reciente
Además, en el pueblo de Amaya está por ocurrir un eclipse, y la gente –mitad entusiasmada, mitad atemorizada– espera ese fenómeno, históricamente asociado con la llegada de catástrofes naturales. La historia va de lo místico colectivo –como el eclipse y las historias del abuelo sobre los seres que vienen del firmamento– a lo identitario personal, como la necesidad de emigrar o de encontrar al padre.
‘Osnis’, aventura y amor. “Quiero que me contés algo: un secreto. Todas las personas guardan algún secreto”, le dice Richi a su novia, Anita. “Pues yo no; no tengo ninguno; ¿y vos?”, responde la chica. “Yo soy extraterrestre”, replica Richi. Así comienza el filme, colocando desde el inicio lo que será uno de los temas que relacionan las tres historias: la creencia en seres de otros mundos.
Sin embargo, Chico, el amigo de Richi, es quien cree en los osnis, objetos submarinos no identificados, capaces de traspasar puertas en el espacio-tiempo. Así le ocurre a una turista francesa que desaparece en el lago del volcán Arenal (una de las imágenes más bellas del filme) y re-aparece en Santiago de Chile, donde lee la mano a los transeúntes.
Mediante el correo electrónico, Chico ha sido contactado para hacer un viaje con las extrañas figuras (círculos de colores en el agua) y convence a Richi para que lo ayude en su expedición al Arenal.
Richi, mucho más racional, sugiere a su amigo conseguir trabajo. No obstante, en el plan de Chico ve una posibilidad de reconquistar a su novia, Anita. Esta lo abandonó por un guapo surfista pues consideró poco aventurero a Richi.
El viaje por amor también es un clásico desde la Antiguedad, y el amor, uno de los lazos entre las tres historias. Amaya está ennoviada con Rony en una relación estable; Juan, el protagonista de la historia chilena, sueña con conquistar a Paloma y llevarla al espacio con él; y el motivo del intento de transformación de Richi es reconquistar a su amada.
La historia costarricense –quizá la más divertida– muestra el candor de Chico al creer en los mensajes, al jugar con objetos extraños para comunicarse con los habitantes del espacio y, más aún, al prepararse para un viaje al cosmos.
Al igual que en la historia chilena, el director y la fotógrafa aprovechan espacios urbanos que puedan remitir a los mitos de viajes galácticos, marcianos verdes y naves espaciales. El ovni de nuestro Archivo Nacional constituye un lugar perfecto para la película, aun cuando hay otras que funcionan muy bien para dar la atmósfera deseada.
En la historia de Amaya, el altiplano ya nos ofrece un lugar natural de inmensidad que nos remite al infinito. El uso de espacios, objetos y mística crea este mundo, entre el misterio y el humor. Obviamente, el filme no pretende ser una verosímil historia de extraterrestres, a lo Hollywood, con efectos especiales, sino un acercamiento paródico a este mundo, que nos ha creado el propio cine: el de marcianos verdes y de platillos voladores como el mismo Archivo Nacional.
Entre la locura y la ensoñación. Escuchamos la música de Así hablaba Zaratustra , de Richard Strauss, emblemática del género de ciencia-ficción por su empleo en 2001: Odisea del espacio , de Stanley Kubrick. Entonces, por una escalera vemos subir un casco que lleva Juan, vestido de astronauta y quien corre en cámara lenta.
Juan ha sido reclutado para un viaje espacial que prepara una misión estadounidense. Esta consiste en detener un enorme meteorito que caerá sobre la tierra y hará que desaparezca en el 2012, año del fin del mundo. Su viaje es también un motivo clásico: salvar la Tierra y convertirse en héroe.
La mitología de los extraterrestres alude a la colonización del “tercer mundo” por parte de los países ricos. Los extraterrestres son más poderosos e inteligentes que los humanos, por lo cual siempre surge el miedo a ser invadido, como una especie de “venganza cósmica”.
Una invasión “marciana” sería el equivalente de lo que constituyó la génesis de la identidad latinoamericana: el choque de culturas, el encuentro con el Otro. De tal manera, el héroe por excelencia es Juan en su viaje de salvación del mundo, especie de parodia de un Quijote latinoamericano de ciencia-ficción.
Tres historias, tres protagonistas, tres amores, tres espacios, tres viajes y una misma búsqueda: la transformación vital hacia un mejor destino. Tercer mundo es una película que no solo se atreve a cruzar las fronteras geográficas de tres países disímiles y a la vez semejantes, sino que combina diversos géneros, como la comedia, el drama y la ciencia-ficción; y también es una parodia de muchos motivos de la cultura occidental.
El lenguaje visual es novedoso en nuestra cinematografía pues juega con encuadres no tradicionales, que se suman a planos generalísimos de espacios naturales de gran belleza. De igual modo, la edición da agilidad a las historias, entremezclándolas en un mosaico de acentos y ambientes. Por lo tanto, es una película híbrida, como la misma Latinoamérica.