Alguien escribió por ahí que la película Paranoia (2007), dirigida por D.J. Caruso, es un baturrillo, o sea, es una mezcla de cosas vistas en distintas películas, desde la muy celebrada cinta de Alfred Hitchcock titulada La ventana indiscreta (1954). Esto último es obvio, pero tampoco la hace buena o mala película. Igual puede resultarnos parecida a Las fisgonas de Paso Ancho, la conocida obra teatral de Samuel Rovinski.
Queremos enfatizar que parecerse algo a otra cosa no es nada grave en una sociedad de intertextos como la que vivimos hoy. En el caso del filme Paranoia, sus problemas vienen de sí misma, no de sus semejanzas. Vienen de su propia estructuración como relato imaginario, de su coherencia interna, de sus puntos de giro para articular algún suspenso, de su puesta en imágenes, del desarrollo de los diálogos y de la definición de personajes.
Vamos por partes. Se trata de un filme de suspenso, donde se supone una tensión emocional para ser transmitida al espectador, pero el relato tarda tanto en el planteo de las situaciones, tanto, que cuando el suspenso llega es como si los bomberos acudieran tarde a apagar un incendio.
La mala definición de los personajes, a quienes hay que adivinarles su temperamento a la brava o, de pronto, los muestran de golpe con características nunca justificadas, como la del vecino psicópata que es observado por tres jóvenes desde una ventana cercana, esta mala definición hace que el relato pierda intensidad.
Su coherencia se suelta como el agua en una ducha vieja entre subtemas que afectan el núcleo principal del argumento, como el amor/deseo del personaje principal por la muchacha vecina, a quien también el joven mira con binóculos desde su ventana; la situación de la madre de este joven o el hastío del muchacho en la casa, en donde ha sido confinado por la ley en arresto domiciliario.
El largometraje resulta plano tanto en su narración como en la puesta en imágenes, no hay sorpresa alguna en el planteamiento de las situaciones por lo que el suspenso se atrasa en llegar y cuando lo hace se escapa como agua por un canasto: los puntos de giro del relato se diluyen en sí mismos.
Lo diálogos se sonrojan de su propia simplonería y los personajes más parecen monigotes que seres de carne y hueso.
Esperamos que haya quedado claro que este filme no cuenta con nuestro beneplácito, no por culpa nuestra, sino del guion de la película, de su condición narradora, de sus malas actuaciones, de su montaje forzado, de sus parlamentos tontones y de una dirección funcional que solo cumple para no empeorar las cosas. Reconocemos que esto último se logra.
Tal vez, esta película logre excitar la epidermis de algunos espectadores, sobre todo en su clímax, cuando los jóvenes fisgones son pescados por el psicópata fisgoneado desde una ventana indiscreta. Esta cinta puede plagiar o no a otras, pero es más cierto que se plagia a sí misma con peores resultados. Este filme no entra en nuestras recomendaciones.