Su padre lo abandonó antes de nacer y su madre tuvo que cruzar el desierto con siete hijos para buscar el sustento; cuatro de ellos murieron en el camino. En el campo, ayudó a sembrar la semilla y a recoger la cosecha para seguir viviendo.
Siendo un adolescente, lo llevaron al reformatorio: se había robado un bollo de pan. Allí aprendió a leer y escribir cuando ya tenía 14 años. En su infancia miserable no había podido ir a la escuela.
El primer día que tocó una guitarra, creó una canción; se dio cuenta de que podía cantar y construir sus propias canciones, nunca se sentó a escribirlas, siempre salieron en la tertulia vespertina al calor de un matecito o de una copa de vino: No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir, y ser feliz es mi color de identidad.. . Salió cantando esto en una de sus veladas inolvidables y le dio la vuelta al mundo con ella.
Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo.... Otra idea que revela su indiferencia por los bienes materiales.
Lo ameno de sus tertulias fue esa combinación de canto y anécdotas propias o ajenas que alegraban al auditorio.
Cuando me muera, lo único que dejo aquí es el cuerp o./ ¿Cuál es más rico, el que tiene más o el que menos necesita? /Cuando el rey preguntó a Diógenes : —‘Maestro: ¿Qué quieres de mí?’, Diógenes respondió: —‘Que te quites del frente porque me estás tapando la luz del sol’ . También fue Diógenes quien dijo que le gustaba ver en el mercado tantas cosas que él no necesitaba.
No obstante su pobreza inicial, llegó a convertirse en ídolo del mundo; cantó en todas partes y decía que cantar no era su oficio, porque cuando uno hace lo que le gusta, eso no se llama trabajo.
En sus charlas le gustaba mencionar a los grandes pensadores: Gandhi, Neruda, Schopenhauer, Diógenes y muchos otros, y terminaba diciendo que cantar es amar la vida.
Dijo que el pueblo más humilde había visto nacer al rey más poderoso de la Tierra: Jesús, y menciona al Nazareno como una fuente de su inspiración. Amar a todos los demás es consagrar la felicidad.
Facundo Cabral es uno de los últimos apóstoles de Jesús. Lo que nunca se imaginó al salir de un hotel de Guatemala, fue que no llegaría al aeropuerto.
Ningún aeropuerto lo verá salir más, pero sus canciones se quedaron aquí para siempre.