El mar como testigo. (Ver imagen aparte) Puerto Jiménez no es un puerto de importancia comercial. Cuando baja la marea, las sencillas embarcaciones que están cerca del muelle, se varan en la arena sin necesidad de anclarlas. Según los lugareños, el origen del pueblo se remonta al siglo XIX, época en la que los malportados de las regiones vecinas eran enviados allí como castigo -una vieja historia de prófugos y "mujeres malas"-.
Duras de pelar. (Ver imagen aparte) Carretera a playa Platanares, las tumbas del cementerio de Pueblo Viejo no se rinden al abrazo de la selva. Antiguamente, el centro del pueblo se encontraba allí hasta que un par de olas gigantescas arrasaron con todo. Durante la tercera administración de Ricardo Jiménez se decidió el cambio de ubicación. El puerto debe su nombre al apellido del exmandatario.
Ser y estar. (Ver imagen aparte) Karen Herrera, de Escondido Trex, fue una guía excelente durante el recorrido a todo lo largo de la costa, desde Piro hasta playa Platanares. Durante un descanso, sucumbió ante el paisaje. Hay algo milagroso cuando la vista cae sobre Backwash, una de las playas de la península.
En el principio fue el ver. (Ver imagen aparte) Esa mañana, los pelícanos se zambullían de tres en tres para pescar muy cerca de la orilla, en playa Escondido. La mayoría de las playas de la zona son buenas para surfear, pero los bañistas deben ser muy cuidadosos con la corriente.
Larga tertulia. (Ver imagen aparte) La vida humana es muy escasa en algunas playas, incluso en la desembocadura del río Piro, donde el atardecer es un trance espectacular. En una caminata de tres horas por la costa, solo nos encontramos con un par de pescadores aficionados.
Es martes, y en el pueblo faltan dos días para las carreras de cangrejos. No es que haya grandes expectativas al respecto -el tope de las apuestas es de ¢4.500 para el ganador-, pero, en un lugar como Puerto Jiménez, con escasos 3.000 habitantes, cualquier novedad es bienvenida.
El restaurante Juanitas, el único mexicano de la zona, no solo tuvo el buen tino de organizar las competencias en un cajón de 9 carriles, sino de tapizar los teléfonos públicos del pueblo con su agenda semanal que, además de los cangrejos, incluye Super Bowl Sunday y Ladies Nite, local beers and wells. La información viene en tres idiomas (español, inglés y ortografía libre).
En este pueblo, uno de los más importantes de la Península de Osa, casi nada funcionaría sin la presencia de turistas, y el que no sabe inglés está fuera del juego. De hecho, El Sol de Osa, el periódico local, llena sus páginas con información en ambos idiomas, sin traducciones. Los taxis, los botes, los hoteles, las cabinas, los restaurantes, las pulperías y el pequeño aeropuerto dependen, sobre todo, del turismo extranjero.
El mayor tesoro del pueblo es el mar, pero a él también se suman las montañas, los ríos, las cataratas y las pozas que refrescan los calores de la región con su sombra y su brisa tropical. Llueve durante seis meses cada año, y, en octubre y noviembre, la vida se vuelve fango, tormenta y desbordamiento.
Las aguas del golfo Dulce terminan de bañar las costas de Puerto Jiménez, y, de cuando en cuando, se ven pasar a lo lejos las jorobas de las ballenas, entrando al golfo. Por suerte, la Naturaleza obra milagros, y las playas de la zona no son las elegidas del turismo masivo. Gracias a Dios.