Me parece que fue don Francisco Antonio Pacheco, quien, en calidad de presidente de la Asamblea Legislativa, inventó el símil de “navegación” para responder al discurso inaugural de Óscar Arias, como presidente de Costa Rica por segunda vez (2006). Me agrada el estilo de pensamiento del filósofo don Francisco Antonio, con quien tuve un debate picante, en la campaña, sobre conveniencias e inconveniencias de la segunda presidencia de don Óscar, en una universidad privada, si no me falla la memoria. En la inauguración aludida, mi amigo habló sobre la “segunda navegación” de un capitán, que hoy tengo serias dudas sobre a dónde nos condujo.
En un reciente libro publicado en España, don Óscar aplicó el símil de don Francisco, con su habilidad típica. Y ahora, su hermano Rodrigo y dos veces “subcapitán”, nos amenaza con una tercera “navegación”. En una conversación con don Óscar, quien me invitó a compartir un café en su casa el año pasado, le confesé sin diplomacias que me preocupaba esa otra “navegación”, ya que, si don Óscar dejó el país dividido y desconcertado, don Rodrigo dejaría a Costa Rica “desvertebrada”, según decía Miguel de Unamuno sobre España en su oportunidad. Infortunadamente, quedó trunco nuestro intercambio. Pero tuve la impresión que algún efecto pudo haber ejercido mi atrevimiento, porque, al irse cumpliendo mis previsiones sobre “los nublados” generados por don Rodrigo, noté que don Óscar, tal vez transitoriamente, redujo el apoyo abierto que daba a su hermano.
Que quede claro: en lo personal no tengo animadversión alguna hacia los hermanos Arias Sánchez; e inclusive estoy dispuesto a conceder que actúan, en lo subjetivo, con buena intención. Pero, tal como advertí en la última campaña, ellos nos han conducido, objetivamente, hasta el borde de un precipicio, en cuyas alturas está la democracia y cuyas bajuras forman el autoritarismo. Se lo dije así a don Óscar, sin rodeos ni diplomacias, porque “los amigos deben criticarse”, como respondió él mismo; además, ellos me conocen bien, por haberlos acompañado en su “primera navegación”, como presidente ejecutivo y embajador cuando actué con toda lealtad en lo que se refería a los intereses de Costa Rica.
La “navegación” exitosa requiere no solo un buen capitán y tiempos buenos, sino una buena tripulación y, para comenzar, un barco (es decir, “nave”) en buenas condiciones. Para utilizar ese símil en la dirección o conducción de una sociedad, el cuarto factor es esencial o sine qua non; sin él ni siquiera es posible, conveniente o recomendable salir a alta mar. En otras palabras, cuando, por ejemplo, la máquina de un barco presenta fallas graves o está haciendo agua, es suicida emprender un viaje en él y tratar de aplicar cualquier plan de navegación. Si se está en puerto, sólo cabe determinar si la nave es reparable y efectuar los arreglos necesarios; estando en alta mar, lo único racional es ir hacia el puerto más cercano, sin dilaciones. En ningún caso, las artes de navegación, como tales, tienen mucho que contribuir; y entretenerse con ellas o gastar energías en ellas ciegamente, es inútil y peligroso.
En lugar de eso, más le valdría a don Rodrigo y los viajeros mantenerse en puerto; o, estando en alta mar, conocer de inmediato el verdadero estado del barco, para preparar un eventual y oportuno proceso de “abandon ship”, como dicen los capitanes anglosajones: “abandono del barco” y abordaje de lanchas salvavidas.
Un “plan o carta de navegación”, con un barco urgido de reparaciones y haciendo agua, sería un lujo absurdo o insensato. ¡Dios quiera que estemos en puerto!