Tres días después de haber abandonado Egipto, el pueblo de Israel llegó al desierto de Sinaí; donde, según la Biblia, Moisés subió a un monte para escuchar la voz de Dios: ahí, Él le dictó los diez mandamientos de su ley.
Hasta ahora se creía que este lugar histórico estaba al norte del Mar Rojo, pero el arqueólogo Emmanuele Anati debilitó esa tesis hace unos días al afirmar que el monte se encuentra en el desierto de Neguev, al sur de Israel.
Cuando tenía 24 años, Anati entró en contacto por primera vez con un monte que le llamó la atención. En medio del desierto, aquella protuberancia era un testigo mudo de una historia apasionante.
El monte Har Karkon, en el Neguev, encerraba un secreto. "Había unas pintadas singulares narra este científico en la cima de su carrera. Había imágenes de cabras montesas y hombres en oración. No adoraban a una figura de la luna o del sol sino a un signo sin imagen: un sencilla línea, una entidad no representada; y esta fue la primera cosa que me impresionó".
El investigador no sabía entonces que volvería muchos años después, en 1980, como jefe de la misión arqueológica italiana y que esta montaña marcaría su vida profesional.
El pasado lunes, Anati presentó en París su último libro, con el título Los misterios del Monte Sinaí , en el que hace un recuento de todos los elementos que lo han convencido de que el Har Karkon es el autentico Sinaí del que habla la Biblia. De ser así, se trataría de un lugar clave para la tradición y revelación judeocristiana.
Hallazgos importantes
Lejos de "canonizar" su propia hipótesis, Anati sostiene que necesitará varios años para probarla.
Sin embargo, afirma que varios hallazgos juegan a favor de la misma. "En primer lugar indica encontramos el altar y los doce hitos en la base del monte, aquellas doce estelas que se citan en las páginas de la Biblia. Luego, a sesenta metros de distancia, los restos de un campamento de la edad del bronce. También esto se lee en el Antiguo Testamento".
El arqueólogo prosigue un relato más apasionante que las historias de su "colega" Indiana Jones: "Hemos identificado también aquella pequeña cueva en la ladera de la montaña, donde, según la Historia Sagrada, Moisés tuvo que meter la cabeza para no ver el rostro de Dios. Ya, llegados a este punto, las coincidencias eran impresionantes".
Agregó que el descubrimiento decisivo para fundamentar sus sospechas ocurrió el año pasado. "Excavamos paralelamente a un túmulo que sobresalía. Creíamos que encontraríamos la tumba de un personaje famoso; pero, en realidad, era un túmulo conmemorativo, con un altar en el centro y, debajo, restos de un fuego", detalla.
Según Anati, sobre el altar había una piedra en forma de media luna, blanca, de 60 centímetros de largo, que pesaba 44 kilos. "El símbolo del dios de la Luna. Ha sido una revelación: en la cultura mesopotámica, el dios de la Luna es Sin. Sinaí, por tanto, es una forma atributiva equivalente a ´de Sinª. Los pueblos mesopotámicos, que situamos en el inicio del tercer milenio antes de Cristo, habían dedicado el Har Karkon al dios Sin", manifiesta.
Lo anterior explica también las cabras montesas en las pinturas rupestres: la cabra montesa es el animal sagrado asociado a Sin. Por tanto concluye Anati este monte era el auténtico Sinaí, una montaña ya sagrada mil años antes de Moisés.
Todo esto lleva al arqueólogo a decir que el Sinaí no está al norte del Mar Rojo, como señalaron los caballeros occidentales en época bizantina. Sin duda, se trata de un enigma a estudiar, debatir y comprobar, pero desde ahora provoca la curiosidad de los investigadores y amantes de la historia bíblica.