En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
“Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.
“Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
“Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
“Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
“Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
“Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.