La pérdida o deterioro de la ortografía y el uso correcto del lenguaje es un fenómeno que ha existido siempre. En tiempos anteriores, cuando la educación formal se limitaba para ciertas clases sociales, era más evidente la deficiencia de las personas para hablar y escribir correctamente. Después, con la universalización de la enseñanza, podría pensarse que todos tendrían los conocimientos técnicos para comunicarse en buen español; sin embargo, en la práctica siguen presentándose muchos problemas, especialmente en lo que debería catalogarse como “español estándar”, aquel que, no importa el país de origen, es entendible para cualquier hispanohablante. De ahí la importancia de una buena preparación académica, con bases actualizadas que fortalezcan el idioma.
El lenguaje no es estático, cambia, y en ese cambio pierde y adquiere elementos. Por otro lado, es necesario dejar en claro que existe un español estándar o formal (aquel que debe usarse para la redacción de documentos formales como cartas, informes, tesis, periódicos, libros...) y un español informal o coloquial (básicamente oral), en el que podemos usar expresiones o palabras populares y autóctonas, siempre y cuando logremos comunicarnos con nuestro receptor).
Esto es muy importante puesto que, culturalmente, el primero convive con el segundo, y eso está bien, siempre y cuando se utilice cada uno con el propósito debido. Si un costaricense conversa con el vecino y le dice: “el guila recibió un cañazo en la jupa cuando mejengueaba”, es un mensaje que ambos entenderán, es una conversación informal. Pero, en el informe de la Cruz Roja o de la Policía, o en una noticia periodística, deberá escribirse: “El niño recibió un golpe en la cabeza cuando jugaba futbol”. El primer mensaje lo captarán los nativos del país; el segundo lo entenderán en cualquier zona hispanohablante.
Este segundo es, a todas luces, el español que se debe cuidar más, por cuanto implica una fuente absoluta de comunicación efectiva.
Seguiremos con este tema.