Parece un rey mago. Tal vez el cuarto, el que se perdió buscando una estrella y ... andando andando andando...llegó por estos rumbos de “Tatica Dios.”
Aunque no vive en la tierra del nunca jamás, sí tiene un corazón de fantasía y trabaja en un taller mágico, con transistores y antenas, donde la imaginación de los chiquirritines cobra vida en cuentos, juegos, canciones, villancicos y juguetes, sí, muuuuchos juguetes.
¡Es él!!! ya bajó hasta el valle, ya se escucha...es Carlos Lafuente...quien visitará de nuevo todas las casas de Costa Rica, y con su voz llevará a todos los ticos a los días felices de su niñez.
Durante 43 años don Carlos fue el heraldo de las navidades con el programa radiofónico
Este es un hombre de radio “de a verdad”, nieto e hijo de radiodifusores, que así como toma un micrófono, con la misma instala un transmisor y arregla una consola. Es un gallo viejo.
A los 20 años fue el empresario radiofónico más joven del país, y ahora, es el más viejo, con 67; desde los doce sabe lo que es buscar anuncios para financiar un programa y hablarle al público, con respeto y decencia.
“En la radio me queda la satisfacción de no haber sido del montón; talvez suene arrogante pero logramos llegar al primer lugar de sintonía por cuatro años seguidos en todo el país; tenemos buenos equipos e instalaciones.” No le debe nada al César.
¡Por eso!, por ser el mejor, dice, se lo “apiaron”, los “enchilados”, los que no pueden ver a un pobre acomodado. Pero don Carlos es más bueno que el pan dulce y no se detiene ante el ladrido de los perros; más bien, para sus hijas pasa por un aburrido que solo está en dos lugares: la casa o la emisora.
Cartaginés de cepa, para más señas del Barrio El Molino, se la vio a palitos después de la inundación del río Reventazón –en 1963–. Tuvo que dejar sus estudios de ingeniería civil, trabajar en lo que fuera para ayudar en la casa y finalmente... montó su propia emisora de radio.
Si le hubiera hecho caso a la mamá, doña María Adela, habría hecho plata, pero por “jupón” siguió el trillo de su padre –don Francisco – y “fue más lo que la radio obtuvo de mí que yo de ella”. De lo que ganaba, sacaba para los gastos y lo demás lo reinvertía.
Don Carlos asegura que es malo para los negocios, jamás aceptó condiciones para que los niños participaran en
Ahora, desde lo alto de sus 67 años, toma otra vez su viejo zurrón y como el flautista de Hamelín, invoca a los niños de corazón para que lo sigan...por el camino que lleva a Belén.
--¿Quién comenzó con
--Mamá fue a España en 1951 y trajo unos discos de villancicos; papá era dueño de una emisora radiofónica y en un programa de la vieja Botica García –a las cinco de la tarde– decidió intercalarlos para probar el gusto de la gente. Fue tal el éxito que al año siguiente lo pasaron a las siete de la mañana, hasta 1956. Yo tenía doce años, quedó a cargo mío y le hice varios cambios en 1966, cuando me independicé de mi padre.
--¿Cómo cuáles?
--De solo villancicos pasamos a canciones infantiles, cuentos, concursos, actividades especiales, saludos, visitas, juegos y todo lo que se nos ocurría para divertir a los niños. Era muy original, sin manipular al auditorio y sin fines de lucro.
--¡Queé!... ¿Era gratis?
--Nos ofrecieron cielo y tierra para que los chiquillos mandaran las cartas con una chapa de refresco, una paleta de helado y nunca acepté que las rifas estuvieran condicionadas a nada. Los niños podían enviar sus datos escritos en un papel de pan, sin ninguna complicación. Solo debían poner la edad porque los regalitos eran acordes con eso, sobre todo las bicis.
--¿Era tan extraordinario?
--Hicimos conciertos, visitamos asilos de ancianos; una vez los bomberos de Cartago nos prestaron una máquina enorme y ahí encaramamos a 40 chiquillos para darles una vuelta por la ciudad. En otra, hicimos un seguido...yo iba adelante y como cuatro mil guilas atrás, a pie, por todo lado. Era más joven, ahora tengo 67 años.
--¿Quién le puso el nombre?
--Nadie. Una vez le pregunté a mi tata y el viejo me dijo que le consultara al locutor Víctor Monge; este me mandó otra vez a mi papá y así me bailaron. En este país donde copiar es un deporte nacional lo quisieron imitar y no pudieron.
--¿Y eso por qué?
--Alberto Garnier me dijo que ese programa mío era muy raro, una loquera de fin de año. Que la única manera de evitar las copias era personalizarlo. Le hice caso y a partir de 1974 me compliqué la vida y la gente se dio cuenta que yo lo hacía. Durante 43 años no pude quitarme el tiro.
--¿Tuvo mucho éxito?
--Fíjese que una fundación internacional lo escogió como uno de los cien mejores programas de radio del mundo en el siglo XX. Lo retransmitían en Perú, Honduras, El Salvador, México, en las emisoras latinas de Estados Unidos. En Costa Rica, en 1974, la emisora más escuchada era Radio Reloj y
--¿Y por qué no ganó nada?
--Mamá me dijo que no me metiera en eso de la radio. Ese programa hubiera hecho rico a cualquiera, pero el micrófono es el mejor detector de mentiras y la gente sabe cuándo hay un negocio detrás. Quise que los niños se divirtieran sanamente, si sobraba plata era para un hospital, para los ancianos, para comprar comida a los necesitados. Nunca me dejé un cinco.
--¿Si fue así, para qué volver?
--En 1998 me robaron 160 cuentos, discos y canciones. Nada recuperé y cerré el programa para dejar el recuerdo de algo bien hecho. Este año decidimos rescatarlo, tenemos cuatro patrocinadores; mantendremos la estructura original en un especial de cinco emisiones que arrancará el martes 20 de diciembre, a las 7:15 a.m., como siempre. (El espacio tiene su versión en Internet, lasvisitasnavidenas.com, así como en Facebook).
--¿Cómo se metió en la radio?
--Mi familia está en la radiodifusión desde 1937. Papá tuvo varias emisoras: Radio Caribe, Radio Hispana y Radio Eco. Pero era como un pasatiempo. Mamá solo nos dejaba ir a la radio si estudiábamos. A los 12 años tenía un programa dominical que financiaba con anuncios. Hasta la fecha tengo como 55 años de andar en estas cosas.
--¿Pudo obtener alguna profesión?
--Estaba en la universidad cuando ocurrió la inundación del río Reventazón, en 1963, y eso causó muchos daños a la emisora de papá. La situación se volvió muy difícil y dejé de estudiar ingeniería civil; tuve varios trabajos pero lo que sabía era de radiodifusión y mejor busqué una frecuencia y yo mismo construí los transmisores y los instalé.
--¿Dejó botadas las clases?
--Soy un todólogo. Nunca terminé mi carrera y eso me dolió porque me gustaba. Estudié administración de maquinaria con el ejército de los Estados Unidos. Hice cursos de contabilidad y otros de radio en Televisa.
--¿Es locutor profesional?
--Nunca fui a un curso de esos; tuve la oportunidad en México, pero ya había aprendido las mañas en mi casa. Estuve 55 años en cabina.
--¿Y ese vozarrón?
--Siempre tuve una voz gruesa, que me cambió a los 16 años. Antes era liviana y fuerte; cuando me varió ya no quería trabajar en la radio hasta que un día le hice a don Francisco –Chico– Montero, el mejor locutor que hubo en Costa Rica, esta pregunta: ‘¿qué puedo hacer para que la gente acepte esta voz que Dios me dio?’. El viejo me dijo: muchacho, cuál es el problema, el mejor locutor es el que habla natural, si usted habla así, hágalo y la gente lo aceptará.
--¿Qué fue de Radio Rumbo?
--La sustituyó Sinfonola. Funcionó hasta el año 2000, pero tuvo que cambiar su estilo, a pesar de que teníamos el transmisor más potente del país y fuimos los primeros en tener un edificio propio especial para una emisora. Rumbo estaba diseñada para los años 60 y creí que era mejor adaptarla a estos tiempos.
--¿Le va bien con Sinfonola?
--Al principio era para gente adulta, de unos 40 años en adelante. La tenía toda y del 2002 al 2006 ocupamos el primer lugar de sintonía en las siete provincias, pero me bajaron de ahí a mansalva.
--¿Qué le hicieron?
--Comenzaron una guerra sucia horrorosa; destruyeron las repetidoras, bloqueaban los anuncios; nos malinformaban, metían culebras en los transmisores, torpedeaban nuestras ofertas de trabajo y aún así sostuvimos la programación por seis años hasta que, como no nos podían bajar del primer lugar decidieron hacer las encuestas solo entre los jóvenes. Cambiamos el sonido, variamos de época y bajamos unos diez años en el público meta.
--¿Por qué se dejó?
--Eran un montón de enchilados. Soy un hombre tranquilo, de carácter suave. Tengo principios muy fuertes.
--¿Dónde los aprendió?
--Desde niño y de mis padres. Eran muy estrictos; si en la escuela la niña me jalaba las orejas, me iba peor si en la casa se enteraban. Ahora a la pobre maestra la demandan. Había que estar ocupado en algo y nunca tomar lo ajeno. Una vez un chiquito me regaló un cabito de lápiz y mamá me lo encontró en la cartuchera...me hizo devolverlo porque eso no era mío, no me lo había ganado.
--¿Qué tiene pendiente en la radio?
--Hacer plata. Pero no, cuando uno ama su profesión, la gran satisfacción es ser el mejor en eso. Nadie me quitará que fui el número uno en la radio durante cuatro años en todas las provincias.
--¿De verdad no tiene dinero?
--Tengo una casa decente, vamos saliendo con la empresa, digamos que repito el consejo de Platón: lo necesario para ser feliz es que nada falte y que nada sobre.
--¿La radio lo absorbió?
--Llego a las 8 a. m., salgo a las dos para almorzar, regreso y me quedo hasta la hora que sea. Aquí le entro a todo. Los sábados salgo con mi familia en la tarde; voy a misa. El domingo paso a ver a mi mamá y siempre que puedo visito a mis otras hijas. Si no estoy en el trabajo, me encuentran en la casa.
--¿Entonces tiene familia?
--La primera vez me casé en 1968 y tengo tres hijos. Reincidí en 1995 y de ese matrimonio tengo una niña, Angelina, que está en la escuela. Me volví a casar porque uno solo se desordena mucho; me daba pereza comer solo, acostarme solo, no me gusta la soledad y ahora estoy tranquilo.
--¿Ha sido tortero?
--No me puedo portar mal porque todo mundo me conoce. Soy abstemio de nacimiento; ni fui ni soy mujeriego; me entretengo viendo la tele. Me gusta leer mucho y evito los tumultos. La gente me pide autógrafos y mi hija dice que soy un sin gracia al que no le gusta ser reconocido.
--¿Problemas con la ley?
--Me han hecho de todo pero nunca me hizo falta nada. Ando en carreras como todas las personas; pero meterme en una crisis seria, con cobros judiciales, embargos o cosas así...jamás.
--¿Qué tal es la radio ahora?
--En mi tiempo éramos respetuosos de los oyentes. Hoy hay mucha emisora que tiene metida la vulgaridad, el irrespeto, la chabacanería y aquí no lo permito. Rechazo anuncios indecentes, por que si bien no tengo la obligación de educar a la gente, tampoco la voy a maleducar.
--¿Qué tal es con sus hijos?
--He sido chiquillero y ya me acostumbré a que me digan que mi hija es mi nieta y mi mujer mi hija. Las mayores me consultan lo que piensan hacer y siempre he estado con ellos, son mis amigos. Nunca intervine en sus decisiones, estudiaron lo que quisieron, nunca le hice mala cara a un novio. Mi hijo lleva las finanzas de Sinfonola. Si uno quiere a los hijos ellos le corresponden de la misma forma.
--¿Un recuerdo?
--Cuando llegó el Papa Juan Pablo II a Guadalajara me tocó sustituir de improviso al locutor que narraba el acontecimiento para tres mil emisoras. Hice mi trabajo y tiempo después recibí del Arzobispo de San José una carta y una medalla del Santo Padre, donde me agradecía y felicitaba por la descripción de su primera visita a América.
--¿Qué hará con la medallita?
--Que me la echen al ataúd, para ver si arriba me perdonan.