Dinosaurio: Dirección: Ralph Zondag y Eric Leighton. Producción: Pam Marsden. Dirección de arte: Cristy Maltese. Voces: D.B. Sweeney (Aladar), Alfre Woodard (Plio), Ossie Davis (Yar), Julianna Margulies (Neera), Samuel Whright (Kron). Estadounidense, 2000. Estreno.
Si llamamos Mundo Cero a nuestro hábitat común y silvestre, Mundo Uno será la ficción más realista que - a partir de dicho hábitat - se pueda lograr.
Dinosaurio pertenece a Mundo Uno; y es hijo, desde el punto de vista de la pantalla grande, de King Kong , 1933; Río Rojo , 1948; y Un millón de años antes de Cristo , 1966, tres cimas de la verosimilitud cinematográfica.
La película cuenta el éxodo de los saurios como reacción a un meteoro apocalíptico y el amanecer de su nuevo jefe: Aladar. Igual que Moisés, Aladar sobrevive demasiado y muy pronto a los demonios y peligros de un río hasta ser rescatado por una manada de lémures; y después conduce a los suyos hacia Nidales (la Tierra Prometida). El motivo bíblico, así, inspira la epopeya prehistórica.
Cabe añadir, dato importante, que el propósito de los iguanodontes se halla plagado de dificultades y de aquella dificultad mayor que representan los carnotauros (reptiles de cuernos prominentes y epidermis roja), signos del Mal.
La historia suena directa y sencilla, pero la visión artística de Cristy Maltese consigue elevarla a un rango de madurez y fuerza atrapante; y aunque el diálogo no reluce y el humor apenas asoma, uno queda a merced de las imágenes y su imaginería. Contribuyen, y de manera positiva, los efectos especiales porque se ajustan a la narración y no buscan el protagonismo, lo que aminora el horror y aun la impremeditada violencia. ¿Y qué decir del valor de documento de la película? Aquí no se trata de un dinosaurio cualquiera, advierto, sino de una enciclopedia sintética de la especie, un verdadero "dinosaurio ilustrado".
Hay tres momentos recordables: la toma aérea, con ojos de águila, del paisaje cretáceo; la coreografía, entre lianas, del apareamiento de los lémures; y la caída del meteoro fatídico, devenido hongo nuclear. Hay, también, toda una misteriosa y atávica emoción que no podemos rehuir (nosotros, espectadores) ante los otrora amos del planeta, reyes previos al Sapiens.
Carl Sagan propuso, tiempo atrás, un interesante almanaque cósmico. Sagan comprimía los 15.000 millones de años de vida que se asignan al universo dentro de un solo año y, de este modo, cada mes del hipotético año equivalía a mil millones de años y cada segundo a 475 días. Pues bien, el 24 del citado mes surgieron los dinosaurios y el 31 el primer hombre.
Haga el cálculo y tiemble.