SOLO SIETE DESEOS, esa es -exactamente- la distancia que debe recorrer el joven Elliot Richards antes de entregarle su alma al diablo, según el contrato satánico así firmado en la comedia cinematográfica Al diablo con el diablo, dirigida por Harold Ramis.
El tema del sujeto que le vende su alma al demonio es un asunto muy gustado en la literatura fáustica (por Fausto, héroe de una leyenda de origen alemán, quien le vendió su alma al diablo a cambio del secreto de la ciencia, el poder y los placeres). De la literatura llegó al cine, entre otras artes.
Ahora ese tema está de vuelta, reciclado de una comedia inglesa (de 1967) dirigida por Stanley Donen y titulada Bedazzled, con Dudley Moore y Peter Cook, este último como el mismísimo Belcebú. En este caso se trata de algo más simple: el personaje no pretende secretos especiales, únicamente quiere el amor de una mujer que lo trae medio chiflado y bastante tenso.
Así es, Elliot Richards (el actor Brendan Frazer) es un atolondrado técnico de ordenadores que está agotado por un amor no correspondido, por lo que él quiere cambiar su vida, a ver si así conquista a la hermosa Alison Gardiner (la actriz Frances O'Connor).
De pronto, he aquí que a Elliot se le aparece una sensual y hermosísima mujer, toda una tentación que le ofrece otra tentación: concederle siete deseos (con Alison incluida) a cambio de su alma. Esa mujer de belleza explosiva no es otra que el propio Lucifer, Satán, Luzbel, Candinga, Mefistófeles, como ustedes quieran llamarlo.
Elliot acepta el juego, solo para descubrir que el diablo es más diablo de la cuenta, y tras su ostentosa belleza femenina se esconde una criatura tramposa y perversa, que lo engaña sutilmente a cada deseo, en medio de situaciones hilarantes que dan sabor a la comedia (porque el pisuicas sí sabe meter la cola).
Así nos resulta un filme de los mil diablos, con ese cojuelo hecho mujer, y mujer toda sexy. Por supuesto, como la condición de hermosura física es -en la película- muy importante, los productores se tomaron su tiempo para escoger a la actriz que haría de demonio.
Se buscó a una mujer "devastadora", y se escogió a Elizabeth Hurley por su presencia sofisticada, sexual y magnética que -además- debía condimentarse con alguna vis cómica. La actriz nos resulta con un porte capaz de engatusar al propio ángel de las tinieblas.
Por otro lado, tenemos que reconocer el buen papel de Brendan Fraser, lleno de guiños para darle sentido a su personaje y para enriquecer el buen humor de la comedia. Lástima que el filme no mantenga siempre el mismo ritmo ni idéntica intensidad: a veces pierde consistencia y el relato entra en tiempos muertos (incluso, su trayecto final deviene uno de esos tiempos muertos, solo que alargado).
En todo caso, ahí está, para no tomarse en serio ni al propio diablo.
Cómo, dónde, cuándo
Al diablo con el diablo se exhibe en Magaly, Plaza Mayor, Internacional, San Pedro, Omni, Cariari, Colonial, Colón, Cinemark, Outlet.
Entrada: ¢1.100, precio especial para pensionados.
Horario: Funciones regulares.