
Maía Montero
El Oso habla poco y no porque sea precisamente un animal, sino porque tiene que ponerse al día con la vida que dejó y, la mejor forma, es escuchando. Un oso rojo (2002) -especie de western urbano o cinta de acción con toques melodramáticos, situada en la Argentina de hoy- narra el momento en que un expresidiario deja la cárcel -tras largas vacaciones- y debe enfrentarse a las consecuencias de su ausencia y saldar "cuentas pendientes" . El oso, (interpretado por Julio Chávez), su exmujer, Natalia (Soledad Villamil) y la pequeña Alicia (Agostina Lage), cierran el círculo de la familia disuelta a punta de asaltos, balazos y "justicia" marginal, en la tercera película de Israel Adrián Caetano, creador de Pizza, Birra, Faso (1997) y Bolivia (2001), cintas que se incluyen en los archivos fundamentales del llamado Nuevo Cine Argentino.
Bajo la producción de la conocida Lita Stantic, la cinta teje la historia desde la perspectiva múltiple de El oso , quien es a la vez padre obsesionado por el amor de una hija que ya ni lo recuerda pero también delincuente duro y violento que no puede despojarse de muchos de sus sentimientos: no de la lealtad y el compromiso filial.
Han pasado siete años desde que cayó preso por homicidio y robo a mano armada. Con la libertad condicional que le brinda el sistema y la calle como escenario, El oso debe decidir nuevamente quéhacer, aunque crea que su familia está definitivamente perdida para él. Mientras, espera que un antiguo socio le entregue su parte del botín y comienza a trabajar como chofer en una agencia de taxis. Preocupado por el futuro de la niña, Oso hará todo lo que esté a su alcance por hacerla feliz, sin importarle demasiado si su accionar es legal o no (más bien sin importarle del todo).
Ejercicio de estilo sobre el cine de género, también es una incisiva mirada sobre la realidad argentina contemporánea. Se transmite hoy, a las 4 p. m., por Cinemax.