Este limonense es tan sencillo que aún se ruboriza, como un chiquillo, cada vez que se ve en el cine cuando se estrena alguna de sus películas.
Y no es que no se la crea, no.
Bien sabe Bismarck Méndez McDonald que las coordenadas del éxito se han cruzado en su vida en los momentos ideales, y por eso, a pesar de que hasta hace poco se matriculó en clases de teatro en la Universidad de Costa Rica, ya tiene tres películas importantes en su currículo: 100 días en la jungla (que se transmite actualmente en el canal de Hallmark), Marasmo , que hace poco se estrenó en el país, y Caribe , próxima a llegar a los cines nacionales.
¿Cómo se explica que alguien sin experiencia haya sido tomado en cuenta para proyectos de tal envergadura?
Con su sonrisa de dientes perfectos, Bismarck atribuye el empujón inicial a Víctor Barriga, de la agencia Casting, con quien ha trabajado desde muy joven haciendo comerciales. "Él fue quien me recomendó desde el principio, y diay, también reconozco que tengo un don natural... ¡porque si no me habría quedado botado en la primera!", dice con un tono de broma, a pesar de que es en serio.
Su primera película se filmó en el año 2000; con presupuesto canadiense, y gran parte de ella fue hecha en Puerto Viejo de Limón. El año pasado, esta cinta obtuvo el premio Gémini como mejor película para televisión.
En ella Bismarck hace un papel secundario, se trata de una especie de "Rambo Jr." que secuestra, junto con otros secuaces, a unos empresarios petroleros en la selva.
Y es que si bien cuando está fuera del set sus ojos café-amarillos solo irradian serenidad, en el celuloide parece estar predispuesto a los papeles de "malo", los cuales, reconoce, le quedan muy bien.
Tras esta, su primera experiencia, participó en el casting para Marasmo . "Víctor Barriga me volvió a recomendar, tenía que hacer el papel de colombiano y pensé que me la había pelado porque ese día me había roto el labio jugando basquet y hasta me costaba hablar. A la semana supe no solo que me habían dado el papel, sino que había obtenido el protagónico".
Luego vino Caribe , de Esteban Ramírez y donde se codeó (dentro y fuera de la filmación) con actores de la talla del cubano Jorge Perrugorría. "Cuando supe que iba a trabajar con él vi todas sus películas... me impresioné, pero no me intimidé. Yo creo que todos los seres humanos somos iguales, es cuestión de oportunidades".
Bismarck es hijo de madre negra y padre blanco; de ahí que sus rasgos y características físicas estén bien repartidos entre las dos razas. Es el mayor de una familia de cuatro; el resto son mujeres y él admite sin ambages que, por eso, es el chineado de la familia, pero especialmente de su mamá, a quien se nota a leguas ama y admira sobre todas las cosas.
Por supuesto el sentimiento es mutuo, tanto que cuando doña Maureen McDonalds fue a ver el estreno de Marasmo , se pegó su buena llorada en el cine porque se impresionó mucho al ver que "mataban" a su hijo.
"Para peores fueron a verla sin mí, porque yo estaba filmando Caribe , después me dijo, todavía impresionada: 'Bis... ¡qué película más cruda!í", cuenta el actor con un dejo de ternura.
Toda su vida ha transcurrido entre Limón (donde están todos sus primos), y Desamparados, donde reside. Desde muy pequeño mostró grandes dotes como basquetbolista y a la postre eso le abrió las puertas para obtener becas en varias universidades, lo que le ha permitido obtener dos carreras y está por concluir otra. Primero cursó administración con énfasis en mercadeo y finanzas; luego siguió con ingeniería industrial y actualmente está terminando terapia física en la Universidad Santa Paula. Ha jugado profesionalmente con la UIA, UCC, Ulatina, Pérez Zeledón y el Palacio de los Deportes.
Simultáneamente se vinculó con la participación en comerciales desde los 19, y a la fecha lleva unos 90, la mayoría para el extranjero, aunque aquí muchos lo recuerdan en anuncios de Tapitas (Gallito), Banco de Costa Rica, Banex, Interfín, Delta, Cervecería Costa Rica, Poweraid, MOPT, Levi's y Lee, entre otros. Recién terminó su último comercial de Toyota Tacoma para el mercado estadounidense.
También ha trabajado en dos documentales para universidades norteamericanas sobre cómo aprender a hablar español.
A pesar de su voluptuoso currículo académico y actoral, Bismarck Méndez es dueño de una sencillez y humildad que sorprenden. Para él, el dinero es un medio y no un fin, y es feliz si tiene para comer "arroz, frijoles y un pedazo de queso". Su felicidad estriba en disfrutar una caminata al atardecer, una rica tertulia con amigos (tiene los mismos de toda la vida), una buena 'mejenga' de basquet.
Ni siquiera usa celular y chequea su email una vez perdida, pues piensa que la tecnología ha avasallado las delicias de la comunicación personal.
Su físico musculoso, sus atractivos rasgos y su cabello ensortijado nunca han pasado inadvertidos para las mujeres, pero después de Marasmo cada vez más miradas se posan sobre él cuando sale a la calle porque ya lo identifican con el actor de esa cinta.
"No me incomoda, sí me dio mucha vergüenza la primera vez que me pidieron un autógrafo, yo volvía a ver para todos lados porque estaba seguro de que en alguna parte estaban mis amigos escondidos, burlándose. Ahora ya me acostumbré".
Dice que por ahora no tiene novia sí muchas amigas, algunas bastante cercanas y tampoco le preocupa si se llega a enamorar en un mes o en 10 años. "Lo que tiene que llegar llega... yo estoy bien siempre", dice con convicción.
Sus únicas vanidades son dos: no dice su edad (en realidad la reveló pero tras un guiño de ojo, pidió que no la publicáramos) y le fascinan las cremas de manos "que huelen", especialmente aquellas de Victoria's Secret.
¿Las de mujer?
¡Las que sean, yo qué sé, yo me embarro todo eso, me encanta como huelen!, dice con su tan habitual desenfado.
¿Qué sigue ahora en la vida de Bismarck Méndez? Está analizando su participación en dos nuevas películas, una local y una extranjera. Sin embargo, para él, simplemente sigue "lo que Dios quiera". Él sabe bien por qué lo dice, pues definitivamente las cosas le han llegado cuando tienen que llegarle.