La vida de Luis Posada Carriles tiene poco que envidiar a la de Ilich Ramírez Sánchez, alias “Chacal” o “Carlos”, el terrorista que puso en jaque a los servicios de inteligencia de medio mundo. A Posada Carriles se le atribuyen atentados contra hoteles habaneros, un avión comercial y buques soviéticos; también lo acusan de integrar la Contra nicaragüense.
Lo paradójico del asunto es que la detención de este exagente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Miami en mayo de 2005 no se debió a ninguno de estos hechos sino a una violación de las leyes de inmigración de Estados Unidos. En concreto, seis cargos por falso testimonio y uno por fraude que lo mantienen preso en El Paso (Texas) a la espera de un juicio en los próximos días que le podría costar 40 años de cárcel.
Nacido en Cuba pero con ciudadanía venezolana, fue acusado de haber mentido al asegurar que había entrado ilegalmente a Estados Unidos en marzo de 2005 a través de la frontera con México, cuando “en realidad, lo hizo por vía marítima a bordo del barco a motor Santrina , acompañado por cuatro individuos”, según el Departamento de Justicia estadounidense. “La esencia de este asunto es que estamos protegiendo a un terrorista”, dijo a la agencia IPS, Wayne Smith, exdirector de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba –única representación oficial de Washington en la isla–.
Cuba y Venezuela han solicitado la extradición de Posada Carriles por el atentado contra el vuelo 455 de Cubana de Aviación en 1976, pero Estados Unidos se ha negado reiteradamente alegando que ninguno de los dos países puede asegurar la integridad del acusado y la imparcialidad del juicio.
Vuelo 455 de Cubana. “Es indignante que no se le juzgue como un asesino, como un terrorista, que no se haga justicia con los muertos de aquella acción criminal”, declaró Margarita Morales a la agencia de noticias AFP.
El padre de Morales era el entrenador de la selección juvenil cubana de esgrima que regresaba con el oro de un torneo celebrado en Caracas, cuando la nave explotó minutos después de reali zar una escala técnica en Barbados. Era el 6 de octubre de 1976 y no hubo supervivientes.
En aquel atentado contra el vuelo 455 de Cubana de Aviación murieron 57 pasajeros cubanos –24 de la delegación deportiva–, 11 guyaneses becados para estudiar medicina en Cuba y cinco ciudadanos norcoreanos.
Los venezolanos Fredy Lugo y Hernán Ricardo fueron detenidos como autores materiales del crímen –escondieron los explosivos en un tubo de pasta dentrífica–; Luis Posada Carriles y su amigo cubano Orlando Bosch, como autores intelectuales.
El juicio comenzó en Caracas en 1980. Lugo y Ricardo fueron condenados a 20 años cada uno, de los cuales solo cumplieron ocho. Bosch esgrimió que “todos los aviones de Castro son aviones de guerra” pero fue absuelto por falta de pruebas –ahora vive en Miami–.
En 1985, cuando le llegó el turno al cabecilla del grupo, se escapó de la cárcel rumbo a Centroamérica, en oncreto, a Nicaragua. En la Contra encontró su nuevo trabajo.
Soldado de la CIA. Según documentos desclasificados por el organismo de investigación independiente, National Security Archive (NSA), “Posada Carriles tuvo una larga relación con la CIA (...) En febrero de 1961, se unió a la brigada 2056 de la CIA para invadir Cuba, aunque el barco al que estaba asignado nunca llegó a Bahía de Cochinos. (...) Estuvo en contacto con la Agencia hasta junio de 1976, solo tres meses antes del atentado contra el avión de Cubana”, añade el NSA en su página de Internet.
En una entrevista publicada por The New York Times en julio de 1998, el exagente habló largo y tendido sobre su pasado.
“En su escondite en algún lugar del Caribe”, según describe el reportaje del Times , Posada Carriles confirmó su pertenencia a la Agencia. “La CIA nos enseñó todo, todo. Nos enseñó a usar explosivos, a matar, nos entrenó en actos de sabotaje”.
Se sabe que trabajó también para los servicios de inteligencia de Venezuela y Guatemala y que, durante la guerra en Nicaragua, suministró armas a la Contra desde la base salvadoreña de Ilopango, bajo las órdenes de Oliver North y Félix Rodríguez –el agente de la CIA enviado a Bolivia para interrogar al Che Guevara, horas antes de su asesinato–.
“Cuando los cubanos trabajábamos para la CIA nos llamaban ‘patriotas’. Ahora lo llaman ‘terrorismo’. Los tiempos han cambiado. Fuimos traicionados porque los americanos piensan como americanos”, añade en una entrevista que levantó ampollas en Miami.
Posada Carriles admitió haber recibido financiación para sus actividades de parte de Jorge Mas Canosa, líder histórico del exilio anticastrista en La Florida y creador de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA). “Jorge lo controlaba todo. Cuando necesitaba dinero, me daba $5.000 o $10.000. Nunca dijo que fueran fondos de la Fundación. Su mensaje era: ‘Esto es para la Iglesia’. Tampoco quería saber qué hacía con el dinero”.
Tiempo después se retractó de esas declaraciones a pesar de las 100 horas de conversación grabadas por los periodistas del Times.
Bombas en hoteles. Otra de las “exclusivas” que el diario neoyorquino obtuvo de la estrambótica entrevista fue su confesión de haber organizado los atentados de 1997 contra varios hoteles de La Habana, en los que murió el turista italiano Fabio di Celmo.
“Es triste que alguien muriera, pero no podemos detenernos. Ese italiano estaba sentado en el lugar equivocado en el momento equivocado”, afirmó Posada Carriles a Ann Louise Bardach y Larry Rohter del New York Times .
Las acciones, descritas por el protagonista como “actos de guerra”, buscaban deteriorar el turismo, la mayor fuente de ingresos de Cuba y, de paso, demostrar la flaqueza de la seguridad interna de los aparatos del Estado a los propios cubanos y al exterior.
“Tengo la conciencia tranquila. Esa noche dormí como un bebé”, afirmó en su larga conversación, en la que también recordó del atentado que sufrió en Ciudad de Guatemala en 1990.
Doce balas que él atribuye a los servicios secretos cubanos, no acabaron con su vida, “necesité dos años y tres operaciones para recuperarme”.
Magnicidio fallido. La última acción conocida de Posada Carriles tuvo lugar en Panamá en el año 2000. Después de toda una vida dedicada a erosionar el régimen comunista de La Habana, decidió atentar contra su máximo enemigo. El plan para asesinar a Fidel Castro durante la X Cumbre Iberoamericana celebrada en el país canalero estaba listo. Castro y él son de la misma generación. De hecho, compartieron los pasillos de la misma universidad habanera. “Él estaba tres años por encima de mí. Era un tipo loco y vestía como un gangster”, recordó. “Castro nunca cambiará, nunca”.
La enemistad viene de lejos. En 1960, Posada Carriles fue confinado en una cárcel militar por su oposición a la Revolución, al tiempo que su familia se sumaba en bloque al proyecto fidelista. Por ejemplo, su hermana llegó al rango de coronel en las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Finalmente, la policía panameña detuvo a tiempo el complot contra Castro y al cerebro del mismo junto a tres antiguos compañeros de armas, todos con graves antecedentes criminales.
De entre ellos, destacan Guillermo Novo, supuesto cómplice del atentado en Washington que acabó con la vida de Orlando Letelier, diplomático chileno y exministro de Salvador Allende; y Pedro Remón, autor material del asesinato en 1981 del diplomático cubano en la ONU, Félix García, y del ciudadano cubano-estadounidense, Eulalio José Negrín.
La causa contra los cuatro imputados acabó con un indulto de la entonces presidenta panameña, Mireya Moscoso, que escandalizó a Caracas y a La Habana y abrió un conflicto diplomático a tres bandas.
Posada Carriles desapareció del mapa durante cinco años, escondido de nuevo en Centroamérica. En 2005 reapareció en Miami y después de dar una rueda de prensa en la que negó cualquier vinculación con el atentado al vuelo 455 de Cubana, fue detenido por policías federales de Estados Unidos.
¿Último episodio?. Ahora, detenido en una prisión de Texas, el anciano de 78 años es un personaje incómodo para las autoridades estadounidenses.
Los intentos de extraditarlo a países “neutrales” no han fructificado y la causa judicial pendiente por violar las leyes de migración ha sido calificada por las autoridades cubanas como “una cortina de humo”.
En los primeros pasos del juicio, Posada Carriles se ha declarado inocente de todos los cargos y ha rechazado la libertad bajo fianza.
El desenlace de este embrollo diplomático y judicial, en el que Estados Unidos se juega su credibilidad en la lucha contra el terrorismo, se sabrá en breve.
Alberto Gonzáles, secretario de Justicia estadounidense declaró recientemente que “si un individuo está involucrado en una actividad criminal, nosotros podemos juzgar el caso internamente”.
Por su parte, José Pertierra, el abogado del gobierno venezolano para el caso Posada Carriles, consideró que, en función de los acuerdos firmados por Estados Unidos, están obligados a extraditarlo a Venezuela si no es procesado en suelo estadounidense por ese crímen.
El “Chacal” cubano aguarda, por el momento, en una celda de aislamiento, con la luz eléctrica prendida las 24 horas del día. Nadie como él sabe lo valiosos y delicados que son sus secretos, piezas de un rompecabezas que muchos prefieren mantener oculto a los ojos del público.