EL HORROR VIENE EN video, en sus imágenes llenas de pesadillas y de formas surrealistas. Luego sigue una llamada telefónica que le anuncia la muerte a quien ha visto la cinta. Será exactamente siete días después, y ya cuatro jóvenes han muerto. ¿Dónde está el enigma? Por aquí transita el misterioso argumento de una buena película de terror: El aro (2002), dirigida por Gore Verbinski.
Se trata de un filme que busca reivindicar y reiventar el cine de terror, tan venido a menos últimamente, entre tantos freddys, máscaras de la muerte, veranos pasados y leyendas urbanas. Para lograrlo, El aro se apoya en un relato japonés titulado Ringu, de Koji Suzuki, y en la película japonesa con el mismo título, dirigida en 1998 por Hideo Nakata.
El aro no solo es la historia tenebrosa de un video, también es la de una periodista llamada Rachel que descubre el vínculo entre la muerte de cuatro adolescentes y el video que ellos vieron. Para Rachel es una lucha por la vida: ella también vio la cinta, al igual que su pequeño hijo y el padre de este.
De esa manera, Rachel se ve sumergida en un extraño mundo de horrores, de obsesiones y de personajes terribles. Es un mundo dominado por el pánico absoluto, por lo tétrico, por lo escalofriante y donde no todo queda claramente identificado ni explicado (seguramente por esto, el argumento de la película tiene sus propios hilos sueltos).
Con esas condiciones, el filme nos sacude en nuestros miedos legítimos a lo desconocido, se penetra de ese pavor: es toda una atmósfera. A ello contribuyen una forografía penetrante, deliberadamente retorcida en sus tonos (de Bojan Bazelli) y el punto escalofriante que logra la música de Hans Zimmer, partitura del suspenso.
También está la excelente actuación de la australiana Naomi Watts (como Rachel), actriz que se dio a conocer por su trabajo en Mulholland Drive (2001, de David Lynch). Con esta bella actriz, el terror se atreve a ser una caricia y, también, a ser despiadado. Ella es acompañada por Martin Henderson y por el pequeño David Dorfman.
Por su parte, el director Gore Verbinski (el de películas como Un ratoncito duro de cazar, 1997, y La mexicana, 2001) convierte el temor a lo desconocido en una pesadilla visual, y -así- atrapa al espectador, sin perder credibilidad interna con su relato ni con sus imágenes.
Tal vez, El aro no sea una obra maestra, pero está hecha con dignidad y con cariño por lo mejor del género del terror, en la tradición de los buenos filmes de miedo, y si usted no llega a saber quién realizó el bendito video de la muerte, no se preocupe: ya se está filmando una secuela.