Tokio (DPA). En un local cualquiera de comidas en la capital japonesa, los clientes se abalanzan sobre una gran variedad de platos con carne de ballena mientras medio mundo intenta controlar la campaña nipona de "captura científica de cetáceos", que le cuesta la vida a cientos de estos mamíferos cada año.
Los clientes del Hogei-sen ("ballenero" en japonés) pagan alrededor de 1.630 yenes (15 dólares) por un plato de ballena frita o un filete crudo.
Entre las paredes escritas por los comensales y las fotos de famosos que visitaron alguna vez el restaurante hay carteles colgados que anuncian menús de piel de ballena por 1.800 yenes, filetes de lengua de ballena (un poco más barato: 1.360 yenes) y carne de ballena con verduras salteadas por 1.570 yenes.
Los que allí comen justifican su dieta, en contra de activistas y defensores de las ballenas de todo el mundo, diciendo que ese pescado es muy rico en proteínas.
Este punto de vista también es compartido por la Asociación de Balleneros de Japón, que busca levantar la prohibición de 24 años de la pesca de cetáceos, poniendo el acento en el hecho de que es un pescado sano debido a sus valores bajos de grasas y altos de proteínas.
Incluso un gourmet de la carne de ballena la describe en el Hogei- sen como uno de los alimentos japoneses del futuro, porque la independencia alimentaria del país está llegando a su fin.
Y del mismo modo que el Hogei-sen, otros muchos restauarantes, de los más informales a los más elegantes, sirven platos de ballena a pesar de que muy pocos japoneses tienen ese pescado en su dieta diaria.
La relativa popularidad de los restaurantes de carne de este mamífero muestra hasta qué punto los interesados en el negocio ballenero ningunean las críticas internacionales, al tiempo que la opinión pública japonesa parece no ser consciente del tema o tener un escaso interés.
Los defensores de la pesca de ballena argumentan también que esta práctica forma parte de la cultura japonesa y que la comunidad internacional debe respetarlo.
De acuerdo con una moratoria sobre la caza de estos mamíferos marinos, suscrita por la comunidad internacional en 1986, Japón detuvo esta práctica pesquera en 1987. sin embargo, aprovechando una laguna en el tratado internacional, el país no ha dejado de cazar ballenas, con la excusa de hacerlo por motivos científicos.
Sus críticos, por el contrario, acusan a los nipones de hacerlo por motivos comerciales.
En el marco de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), los defensores y detractores de esta pesca llegaron a un punto de entendimiento, permitiendo que Japón, Noruega e Islandia cazaran una pequeña cantidad de ballenas con fines comerciales a cambio de que ese número fuera menor que la cantidad pescada actualmente a pesar de la moratoria.
Los miembros de la comisión, sin embargo, no consiguieron alcanzar un acuerdo el miércoles pasado en la ciudad marroquí de Agadir, donde se celebra su reunión anual, a pesar de que la inmensa mayoría de ellos se mostraba contrario al levantamiento de la prohibición.
Y mientras tanto, en Japón no solo no disminuye la venta de carne de ballena, sino que algunas compañías están vendiéndola también por Internet.
Una de estas compañías es Hino Shoten, cuya entrada en el comercio ballenero se remonta 80 años atrás. Aparte de productos tan populares como el bacon de ballena, la lengua y los filetes, también ofrecen "exquisiteces" como riñones, tripas y otras vísceras, todo ello de cetáceo.
En su catálogo de ventas, la empresa subraya que toda su carne de ballena proviene de mamíferos del océano Antártico cazados por la flota científica de Japón. Pero ni el presidente de la compañía ni ninguno de sus miembros quiso hablar para dpa.
"La caza de ballenas se hace con fines científicos", comentó un responsable de la Asociación Ballenera de Japón, añadiendo: "Las capturas para investigación son supervisadas cada año por la CBI, lo cual es muy importante".
A pesar de ello, Junichi Sato, activista de Greenpeace, considera que esos argumentos se caen enseguida: "En efecto, Japón no es capaz de convencer a la comunidad internacional cuando dice que su pesca de ballenas se realiza con fines de investigación (...) esa investigación científica ha sido objeto de las críticas internacionales".
Y como los medios de comunicación nipones reducen su información sobre los grupos antiballeneros a imágenes de persecuciones y asaltos a los pesqueros en el μrtico, los japoneses parecen no comprender esas críticas, pues esa información no muestra el problema en toda su amplitud.
Por eso, Sato remacha: "Está claro que la opinión pública japonesa no estará interesada en el tema mientras tenga la imagen de que la comunidad internacional está presionando a Japón para hacer algo en contra de su propia cultura (...), parece como si los japoneses fueran los únicos que no estuvieran bien informados sobre el tema y pensaran que la caza es con fines científicos".