Estimado lector, estimada lectora, ¿has pensado hacer una locura en algún momento de tu vida? Con “locura” me refiero a algo riesgoso, irracional, contra corriente, peligroso, inesperado, censurable o admirable (según Goethe); en fin, todo lo contrario al sentido común o lo que otros suelen esperar de nosotros. La “locura” puede ser bella y fea, creativa y destructiva, amorosa y odiosa; nos libera de las cadenas del comportamiento y la existencia, para bien y para mal.
Las “locuras” no son necesariamente cosas de locos y locas; también pueden ser exploraciones rigurosas de la espiritualidad interna, así como investigaciones científicas de la infinitud externa, inclusive acciones de gran humanitarismo y utilidad social.
Doy tres ejemplos:
Me escapa a la memoria el nombre del autor de esa novela tremenda en que un joven totalmente cuerdo en su vida hogareña y comunal, se enamora de una paciente del centro de tratamiento psiquiátrico donde trabajaba. La obra describe cómo fue fraccionándose la personalidad del joven “contagiada” por la esquizofrenia de su amada, a quien le tocaba cuidar, al punto que él también resultó internado en la institución.
En cambio, recuerdo bien a “crazy Sam” (el loco Samuel), quien –con la armónica que le obsequió un misionero– tocaba, en forma extraordinariamente bella, cualquier himno religioso –incluyendo el “Padre Nuestro” de Handel– o canción de moda, que se le pidiera, andando por las calles de Bluefields, Nicaragua, que recorrí en mi infancia.
También recuerdo a “Cuba”, detective voluntario o autonombrado de Puerto Limón, que Marvin y yo encontramos extendido en un caño de acera a altas horas de la noche; y, cuando intentábamos levantarlo, creyendo que estaba herido, nos dijo, en un susurro, “¡Jalen, jalen! Estoy ‘guachin pupilas’ (vigilando) al maleante de la esquina”.
Pienso que el enamorado no era loco, al menos en el sentido usual del término, ni Sam ni Cuba. ¿Cómo iban a serlo, con tanta empatía, tanto arte y semejante generosidad? El primero quería estar permanentemente con su amada; el segundo se constituyó en fuente autóctona -casi única- de entretenimiento popular en el pueblo; y el tercero tenía “cara de loco”, apariencia general y rasgos específicos muy parecidos al detective Colombo, incluyendo el abrigo arrugado y sucio; ¿recuerdas el programa de televisión?. Solo diferían en que Cuba era negro; además, el drama y la seguridad que ofrecía eran gratuitos. Pero, aunque fuesen locos, su locura es pan y Eclesiastés dice:
“Echa tu pan a las aguas; después de algún tiempo lo hallarás. Comparte lo que tienes lo más que puedas, pues no sabes el mal que puede venir sobre el país. Si las nubes están cargadas la lluvia cae sobre la tierra. Caiga el árbol al norte o caiga el árbol al sur, allí donde caiga allí habrá de quedar. El que mira al viento, no siembra y el que mira las nubes, no cosecha. Así como no sabes por dónde va el viento, ni como se forma el niño en el vientre de la madre, tampoco sabes nada de lo que hace Dios, creador de todas las cosas. Siembra tu semilla por la mañana, y por la tarde siémbrala también, porque nunca se sabe qué va a resultar mejor, si la primera siembra o la segunda, o si las dos prosperarán. Muy agradable es la luz, y es bueno que los ojos vean el sol; pero, aunque uno viva muchos años y disfrute todos ellos, debe recordar que los días de oscuridad serán muchos, y todo lo que está por venir es vana ilusión. Diviértete, joven, ahora que estás lleno de vida, disfruta de la bueno ahora que puedes. Déjate llevar por los impulsos de tu corazón y por todo lo que ves, pero recuerda que de todo ello, Dios te pedirá cuentas. Aleja de tu mente las preocupaciones y echa fuera de ti el sufrimiento, porque aun los mejores días de la juventud son vana ilusión”.