Curiosa película, descubierta en el pasado Festival de Sundance, que es tanto una observación de la infancia como un cuestionamiento de la paternidad, bien filmada, con gran delicadeza.
"Me pasó que me estaba volviendo papá en el proceso y es una reflexión sobre eso, qué significa la paternidad, luego se nos olvida que todo lo que hacemos tiene una relación directa con quién son nuestros hijos", explica en conversación con la AFP.
"En México está bien visto por la sociedad que los padres se dediquen a proveer y las madres lleven el barco, y esa era mi reflexión, yo no quiero ser un papá así", estima.
"También habla de mí de niño: yo empecé a trabajar a los 6 años y creía que era un adulto, me sentía mejor alrededor de los adultos, me gustaba más el mundo de mi papá, el teatro, y la escuela la odiaba, por la mañana era un trámite para convertirme en el adulto que trabajaba por las tardes", recuerda.
"Con la distancia, creo que empujamos a los niños a dejar de ser niños antes de tiempo, los confrontamos con temas como la muerte, la violencia, la guerra, la separación de los padres, sin siquiera darnos cuenta ni detenernos a pensar primero en ellos", agregó.
Diego Luna concibió un mundo ideal para que los dos niños "empezaran a interpretar y encontrar diversión en ello". Trabajó con ellos seis meses sobre los personajes, luego la película se filmó en orden, los dos niños no conocían el guión, iban descubriendo por las mañanas el trabajo del día.
"La película es también un homenaje a la actuación, a lo que yo creo que sé hacer, el niño hace un personaje que luego interpreta a otro personaje, se pierde en ese otro personaje y ya no puede regresar", cuenta Diego Luna, que a sus 30 años ha actuado en unas 40 películas, entre ellas "Y tu mamá también", "Nicotina", "Open Range" o "Mi nombre es Harvey Milk".
"Además fue un trabajo para mí, aprender a comunicarme con un niño, tratar de dejar la cosa formal y los tecnicismos a un lado, volverme un niño y jugar con él", prosigue.
Antes de "Abel", Diego Luna realizó un documental sobre Julio César Chávez, leyenda del boxeo mexicano y mundial.
"También era importante para mí encontrar el lenguaje en cuestión de imágenes para contar la historia, y pasé mucho tiempo trabajando, porque en el documental de Chávez me encontré con que no tenía una línea clara y lo descubrí cuando estaba editando", detalla.
¿Más complicado filmar con niños o con boxeadores? "Con boxeadores", contesta rotundo entre risas.
"Cuando logras interesar a los niños, hay una frescura, una cualidad en la interpretación que no encuentras en nadie más, algo que los actores pasamos mucho tiempo debatiendo, esa capacidad de abstraernos que en ellos es natural: en un segundo se creen que una almohada es una persona, lo viven y lo sienten y eso es actuar".
Tiene clara la idea de su tercera película, una nueva ficción, pero antes... "tengo un nuevo hijo que viene en mes y medio, y esto sí es algo real, me voy a aislar después de la promoción para ser papá", concluye.