Orador y estadista ateniense. Por la fuerza de su palabra y la precisión de sus argumentos, se le considera el mayor orador de la Antigüedad.
Fue principalmente un hombre de acción que ejerció notable influencia en la política de su patria. De él se conservan en su forma original cerca de setenta brillantes discursos; en todos ellos trata el asunto con profundidad, y apela a la psicología de los oyentes. El lenguaje puede considerarse modelo del dialecto ático. Su estilo es la antítesis del ciceroniano: descuida la forma, es violento, exagerado, insultante si el caso lo requiere, aunque siempre sobrio, clarividente y vigoroso. Su dialéctica es un ambicioso intento de realizar una reeducación popular, con miras al mantenimiento de las gloriosas tradiciones democráticas; abarca todos los tonos posibles: es familiar, irónico, amargo y solemne, con un fondo de grave patetismo. Como hombre de gobierno, la prudencia de Demóstenes es discutible, ya que sus opiniones resultan a menudo muy afectadas por los odios personales que experimentaba; además, su exacerbado patriotismo le llevó a actuar intransigentemente en las negociaciones políticas.
Nació en Atica. Sus principales maestros fueron Iseo, Isócrates y Tucídides. Distintas leyendas, como la de que recitaba trabalenguas con la boca llena de guijarros y declamaba ante las olas para acostumbrarse al rumor de la multitud, posiblemente son falsas, pero muy ilustrativas de la poca elocuencia que naturalmente poseía y que logró superar con voluntad, disciplina y decisión. El motivo que le impulsó a dedicarse a la oratoria fue que al morir su padre dejó el cuantioso patrimonio familiar en manos de tutores que lo dilapidaron. Esto le originó infinidad de disputas, pero significó su primera victoria forense al conseguir vencer al tutor.
Ejerció la topografía, fue profesor de retórica, y, llevando una vida austera, combatió incansablemente a distintos cabecillas, en defensa de los intereses públicos. Su mayor obra consiste en la implacable lucha oratoria que sostuvo contra Filipo de Macedonia por medio de las célebres Filípicas, discursos pronunciados ante la asamblea ateniense durante un largo proceso; por 10 años su eficaz elocuencia se impuso a la diplomacia y a la coacción armada del invasor. La derrota no le impidió aglutinar en torno a sí el patriotismo ateniense, con vistas a la resistencia. Promovió la alianza con Tebas y dirigió la campaña hasta la derrota de Queronea en 338. Condenado al exilio, retornó a Atenas a la muerte de Alejandro. Atacada la ciudad por los macedonios, huyó a la isla de Calauria, donde se suicidó por envenenamiento, para no caer en manos enemigas.