Con los centenares de escritos que elaboró sistemáticamente y durante muchos para sus alumnos (induciéndolos a "basar los juicios formales en hechos y no en suposiciones ajenas, a echar a un lado prejuicios y respuestas emocionales, a proceder con justiciay generosidad, a ser considerados con todos, a no pensar mal de los otros sin fundamento, a dirigirse a los demás -¡a todos!- con respeto y bondad, y a meditar sobre las ventajas del optimismo y de la gratitud para con Dios y con la vida") sus descendientes han publicado un valioso libro titulado Roca viva.
Fue don Miguel Ángel un auténtico filántropo, siempre preocupado por ayudar a sus semejantes, no solo en el ámbito cultural sino también en el social. Para realizarse en este campo prestó valiosísimos servicios en el antiguo Asilo Las Mercedes para enfermos de lepra, en la Escuela de Enseñanza Especial Centeno Güell, en la Asociación Amigos del Ciego y en la Comisión Nacional de Cooperación con la UNESCO.
Nació en San José. Alumno del Liceo de Costa Rica, desde muy joven se interesó en estudiar contaduría pública y privada. A los 16 años inició su vida laboral como contador de un banco. Trabajó luego en instituciones bancarias de Nueva York y Nueva Orleans, y fue gerente de una casa importadora y de una compañía de aeronavegación. En Centroamérica efectuó importantes misiones relacionadas con la industria cafetera. Fue auditor de los ferrocarriles nacionales.
Junto con otros colegas, fundó el Instituto Comercial de Costa Rica y el Colegio Interamericano de Enseñanza por Correspondencia. En 1936 creó la Escuela de Comercio Castro Carazo, en la que implantó un excelente método de aprendizaje individualizado. Por su honradez, dedicación y espíritu emprendedor fue llamado a colaborar con los presidentes Jiménez, Cortés y Calderón Guardia. Su actividad benéfica mereció la Medalla del Buen Servidor del Club Rotario Internacional, y el Monograma Real de Suecia otorgado por el rey Gustavo VI. Falleció en San José.