Su oposición a los nacionalismos fue tenaz. Como hombre de Estado concibió un sistema de gobierno paternalista, sin evolución social, en el que fueron encarcelados cuantos disintieron del orden por él establecido. Su acción política tuvo dos objetivos fundamentales: engrandecer a los Habsburgo y mantener el equilibrio entre las monarquías de Europa.
Nació en Coblenza. Estudió en Estrasburgo y en Maguncia, y se licenció en Leyes. En 1793 viajó a los Países Bajos, donde su padre era gobernador; se trasladó a Bohemia, y, por conveniencia, contrajo matrimonio con una nieta del canciller Kaunitz, quien lo introdujo en los círculos aristocráticos de la corte vienesa.
Inició la carrera diplomática en 1801 como ministro plenipotenciario en Dresde; dos años después pasó a Berlín, y en 1806, a petición de Napoleón Bonaparte, fue nombrado embajador en París. Austria fue derrotada por los franceses en 1809, lo que le significó una gran pérdida de territorios. Metternich fue llamado a desempeñar los cargos de ministro de Asuntos Exteriores y canciller; a partir de entonces, varió la política austriaca en procura de lograr una mejor posición en el ámbito europeo, y entró a formar parte del sistema napoleónico de tratados defensivos. Concibió entonces un sistema de alianzas matrimoniales que asegurase la paz e hiciese resurgir el esplendor austriaco; gestionó y dio impulso al matrimonio de Napoleón con la archiduquesa austriaca María Luisa.
Tras el desastre francés en España y Rusia, unió el ejército austriaco al de los vencedores. Contando con la confianza del emperador Francisco II, jugó decisivo papel en el Congreso de Viena de 1815, donde logró para Austria importantes anexiones territoriales. Sus intervenciones fueron definitorias para adoptar la resolución de intervenir en cualquier Estado donde se produjese un levantamiento liberal.
Su ideología acabó por encontrar el rechazo de todos los países europeos, salvo Prusia y Rusia, y a partir de 1826 hubo de reducir su actividad en política interior. En 1848, una sublevación en Viena lo obligó a huir a su finca de Johannisberg, donde murió.