Es uno de los escasos poetas "impresionistas" de la Antigüedad. Algunos críticos lo califican de poeta cristiano porque adoptó dicha religión; pero lo cierto es que -como lo afirma la doctora María de Benedetti-, "más que un poeta cristiano, fue un cristiano poeta" ya que no concibió la poesía en función de la fe, y casi nunca en sus obras se encuentran unidas la lírica y la religiosidad; además, es autor de versos considerados realmente groseros e inmorales.
De él han llegado hasta nuestros días epigramas enérgicos y concisos, idilios, églogas y epístolas. Debe la celebridad especialmente al poema en 483 hexámetros, El Mosela, escrito con ocasión del viaje que realizó por ese río en el año 386, cuando regresaba de Alemania; el aspecto de sus aguas, el territorio que riega, los peces que en él habitan y los notables monumentos que se elevan en sus cercanías, le dieron motivo para descripciones llenas de gracia y muy pintorescas, que constituyen valioso testimonio de su amor a la Naturaleza.
Hijo de un médico y nieto de un retórico, nació en Burdigala, hoy Burdeos. Cursó estudios clásicos en Tolosa y por más de 30 años enseñó gramática y retórica en su ciudad natal. Tuvo por discípulo a san Paulino, quien llegó a ser obispo de Nola. Se le encargó posteriormente la educación de Graciano (hijo del emperador Valentiniano I), a quien condujo al trono y acompañó en las campañas germánicas en 368 y 369.
Graciano, ya emperador, lo elevó a las más altas dignidades en la corte de Tréveris. Sucesivamente desempeñó los cargos de cuestor, gobernador de Italia, de África y de Galia, cónsul y procónsul de Asia; carrera afortunada y esencialmente honorífica, "ya que la fama de Ausonio daba lustre al Imperio, y el Imperio proporcionaba a Ausonio un más amplio pedestal".
Después de la muerte de su protector renunció a todos los honores y se retiró a la casa paterna, donde se ocupó por el resto de sus días de trabajos literarios, que constituyen hoy día un valioso testimonio de las costumbres de la época. Escribió epigramas, poesías en honor de los muertos, elogios de profesores que habían sido sus colegas, epitafios, veinte idilios en metro elegíaco o heroico, y un libro de Epístolas (parte en prosa y parte en verso), además de una colección de seis composiciones, Bissula, dirigidas a la esclava germana de este nombre que en sus campañas obtuvo como botín. Falleció en Burdigala.
Nunca comprendió la vocación de su discípulo Paulino hacia un cristianismo integral, y hasta trató de destruirla; de ello han quedado como prueba tres epístolas en versos y dos respuestas de Paulino. M. de Benedetti concluye: "Ausonio quiso ser poeta, y algunas veces lo consiguió; pero, sobre todo, el amor hacia la poesía lo sustrajo del desorden del mundo que le rodeaba en la decadencia del Imperio. Esta serenidad suya es la impronta que mejor lo define."