Cuando Sean Connery era joven se iba todas las mañanas en bicicleta a la biblioteca londinense de Chelsea a leer durante horas literatura inglesa. A los 30 interpretaba a Macbeth en el teatro y hoy, cuando quiere relajarse, simplemente ojea la Enciclopedia Británica. Sin embargo, nadie tiene esta imagen de Sean Connery, pues para muchos es todo menos un intelectual.
Aunque el viernes 25 de agosto cumplió 70 años, Connery sigue siendo James Bond para la gran mayoría. Y les resulta casi inconcebible que este escocés de mirada inimitable no tenga nada en común con el "macho" de irresistible atractivo sexual al servicio de la corona británica.
"La gente simplemente no comprendió que el papel de Bond era una creación interpretativa cómica", dijo el realizador hollywoodense Sidney Lumet. Todos creyeron que Connery se interpretaba a sí mismo.
Tan solo cuando se dejó barba, mostró al gran público, con películas como El nombre de la rosa y Los intocables, que también sabía interpretar otros caracteres.
Ni faldero ni nada
En privado, a Connery no lo une nada al snob de 007, que jamás lució un anillo de matrimonio. Bond es un héroe para muchas mujeres, pero Connery está felizmente casado desde hace 25 años, y en ese tiempo nunca protagonizó un escándalo de faldas.
Según la obra de Ian Fleming, creador del personaje, Bond fue a la elitista escuela escocesa de Fettes, pero Connery acudió al lugar durante un tiempo solo para repartir la leche cada mañana, el resto del día pulía ataúdes.
Bond era un inglés muy consciente de su condición de clase alta, mientras que Connery fue un trabajador escocés, que tras pasar tres años en la marina despreciaba todo lo que tuviera que ver con clases y oficiales.
Por ello, no es de extrañar que durante su primer encuentro con Fleming, el novelista no quedase muy impresionado: "Busco al comandante Bond y no un doble con suerte".
Pero el productor Harry Saltzman recuerda: "Luego lo observamos desde la ventana cuando salió a la calle y todos dijimos: 'Es él'".
Sin embargo, ni siquiera el aplomo y la masculinidad que Connery exhibe en la gran pantalla era típico suyo, pues se dejó aconsejar por su mujer, Diane Cilento, y por un profesor de conducta sueco, que le enseñó a moverse.
El protagonista de Rising Sun tampoco es en realidad tan fiel a la reina, cuyos territorios tantas veces salvó 007 de la catástrofe, pues si por él fuera, Escocia sería desde hace tiempo independiente. El año pasado participó en la campaña electoral a favor del Partido Nacional Escocés, cuyo principal objetivo es la escisión de Inglaterra y con ello la desintegración del Reino Unido.
"Scotland Forever" (escocés por siempre) es la inscripción que Connery lleva tatuada en su brazo derecho. El año pasado, cuando la reina lo nombró caballero, Connery acudió a la ceremonia con la típica falda escocesa.
Por otra parte, tampoco hay que suponer que el actor ama tanto su tierra como para aguantar el mal tiempo que le impide jugar al golf. Connery pasa la mayor parte del año en el Caribe o en España y por ello sus adversarios políticos le llaman "el diputado de Bahamas".
Escocia, sin embargo, lo considera una gloria nacional. Jóvenes y ancianas por igual no dudan en mostrarle su cariño cuando pasea por las calles de Edimburgo.
Entonces Sean Connery sonríe sonrojado y saca sus gafas de lectura para firmar autógrafos. Es en estos momentos cuando se entiende lo que dijo la primera chica Bond, Ursula Andress, sobre él: "Es de las pocas personas a las que el éxito no ha cambiado".