
Para quienes dicen que Daniel Gallegos es dramaturgo de "la vieja guardia", para quienes afirman que es "autor superado", aquí está la presencia renovada de su obra En el séptimo círculo, para entender que Gallegos permanece como el mejor dramaturgo costarricense.
La persistencia temática de esta obra es contundente y, paradójico, esa constancia de su contenido resulta desalentadora: la humanidad se hunde cada vez más en la sinrazón de la violencia, en los círculos cerrados de la agresión, en la espiral de la intimidación y en el ejercicio arbitrario del poder. Ese es legado que se deja a las nuevas generaciones, y se les deja con cinismo, brutalidad e inmoralidad.
En el séptimo círculo, ante este tema deshumanizante, resulta declaración personal de Gallegos: hay una angustia por ahí metida que le da intensidad dramática al texto, es círculo cerrado con final desesperanzador, y si en escena pierde alguna fuerza lo es por culpa de la actriz Anabelle Ulloa, quien confunde energía escénica con voz destemplada y la rabia de su personaje con la sobreactuación.
El resto del elenco sí entiende la propuesta de Daniel Gallegos y la creativa puesta en escena de Luis Thenon, esta última sugiere una prognosis en cuanto conocimiento anticipado del final. Luis Thenon ha logrado una tensa coherencia entre su imaginación escénica y la angustia existencial presente en el texto. ¡Extraordinario!
Desde el "gong" inicial de la música, que se comporta como pentagrama tirante de los acontecimientos, nos encontramos ante una bien lograda composición escénica, con el brillante congelamiento del movimiento de los actores, con vehemencia dramática que crece con todo su fatalismo.
La obra, en contenido y escenificación, se inclina por la verdad y esculpe con ella. Está claro: no basta con creer en lo que uno hace, también hay que tener la verdad. Esto es lo que nutre a Gallegos y a Thenon, cada uno en lo suyo. Así lo cree el reparto (salvedad hecha).
Es cierto que aún le faltan funciones a la puesta, sobre todo para los actores maduros, quienes no siempre entran en el momento oportuno (más notorio en el caso de Ana María Barrionuevo). Stoyan Vladich y Rodrigo Durán manejan mejor la naturaleza de sus personajes.
De los jóvenes, Rocío Carranza genera gran vivencia para su personaje (de madre joven), a quien el círculo de la violencia la golpea con más barbarie. Paula Calvo pone entereza en su trabajo para disparar parlamentos con tino de bisturí, e igual lo hacen bien Isaac Talavera y Amadeo Cordero, este destaca en la escena donde se cuestiona sobre el asunto belleza y fealdad físicas.
Queremos destacar el carácter vitalista de este trabajo, donde incluso el humor tiende al desarrollo de la tragedia, como lo decía el poeta romántico Coleridge a propósito de la obra de Shakespeare. En el séptimo círculo los esperan.