
Salsa Pura: el bailador será el responsable de que esta música perdure en la historia latina. Y no porque museo implique decadencia o inútil clasicismo. Tampoco porque universidad deba ser entendida, en este caso, como laboratorio de experimentación y ruptura del cánon académico.
Lo cierto es que uno no sabe si está frente a la perpetuación de un estilo musical o metido en una rotonda en modalidad infinito. Es la triste paradoja en que, agrupaciones como el Gran Combo, se ven inmersas con el paso del tiempo.
No está ni mal ni bien pero, sin duda alguna, el repertorio del Gran Combo califica una experiencia en el mundo latino y, a partir de ese momento, es indisoluble en nuestra cultura. En 1978 el periódico parisino Liberation advertía que "en el continente americano la salsa representa algo más que una música. Es una filosofía, una ética, una forma de vivir".
Era cierto. Todavía hoy día se siente un poco de eso. Sin embargo, la salsa se convirtió en un subproducto que se acerca a souvenir metafórico de un ciudadano latino confuso en el mercado de la vida. El Gran Combo como universidad es fundamental para los jóvenes músicos pero trastorna su aporte cuando el gran público lo adoquina en el repertorio de sus éxitos.
Desde luego que "no tiene precio" bailar Falsaria o Brujería con el grupo que la dio a conocer. Pero por supuesto que El Menú se lo come uno a punta de cintura y giros. Está clarísimo que esa salsa, la vieja, la que ahora llamamos clásica, fue la mejor y más aún si la escuchamos o la bailamos con sus precursores originales.
Son cuarenta y cinco años de estar sonando en el mundo latino. Solamente uno de los integrantes originales se mantiene, el pianista Rafael Ithier, quien se encarga de mantener sólido el sonido del Gran Combo. Son, además, una seguidilla de éxitos que nunca podrán ser olvidados y que, en cierto modo, hipotecan la nueva producción.
El público suele ser muy "jodido". Este "monstruo", como le llaman en Viña del Mar, puede sepultar en el Averno o disparar hacia el Olimpo a un artista. O bien lo puede mandar a la cámara criogénica y dejarlo congelado para el resto de la vida, tal y como lo quiere recordar, sin opción a lo nuevo, a la evolución. Desde mi balcón montuno disfrute al Gran Combo en su estructura musical.
La sección de vientos es impecable y hasta lujuriosamente homogénea, la base rítmica es contagiante y persistente en su clave, el piano del señor Ithier provoca el aquelarre caribeño y sus cantantes evocan los mejores tiempos del latin lover. El Gran Combo es toda una escuela, universidad para algunos, en donde sus mejores alumnos son los bailadores. La salsa es una experiencia de baile y de contenido vivencial, por lo que tendría que estar viva a la par de los últimos acontecimientos. Pero no es así o no del todo.
El público no la ha dejado crecer y la prefiere en su modo clásico. Lo entiendo. La mayoría de las nuevas producciones salseras no dicen nada.