Un showman muy particular es este caballero de la canción romántica, quien desde los lejanos años 70 aún continúa generando batallas y conquistas con un estilo único e irrepetible. La tesitura vocal de Dyango ha sido su firma indeleble y así ha sobrevivido a antecesores y predecesores saltando de la balada al tango y del bolero a los temas clásicos del repertorio universal de la canción romántica. En esta oportunidad, a la vuelta de seis años de su última presentación en el país, le notamos su espectáculo más recargado en los planos dramáticos obteniendo así, en el público "dyangonero", un absoluto dominio de sus emociones y provocando, en mi opinión, dudosos exabruptos idiomáticos como aquel de "papito rico". Ya sabemos que en cuestión de gustos nada está escrito y en el día de los enamorados cualquier cosa puede suceder.
Dyango regresó a nuestro país con un espectáculo realmente sencillo en donde algunas de sus viejas canciones estuvieron presentes y otras nunca asomaron como Odiame, Corazón o Hay algo en ella . En algunas de sus nuevas letras se aprecia un giro de contenido interesante, dejando atrás aquellas historias de amores frustrados para entrar en propuestas de consenso entre amantes maduros. Su grupo de músicos cumplió sin ser extraordinario y en términos generales el espectáculo se digiere fácilmente sin ningún gancho al hígado, o quizá sea mejor cambiar de órgano por el asunto de la fecha y aclarar que no produjo infartos. Lo mejor de Dyango: su voz. Un momento de la noche: "Cómo es posible" acompañado solo por el piano y mientras él la interpretaba sentado. Lo peor de la noche: los mentecatos que todavía no saben apagar un celular durante un concierto. Lo regular del evento: la ausencia de una decoración apropiada para una noche, como esa, de idilio que se supone tendría que ser inolvidable.
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