
He aquí otro largometraje con un asalto bancario como trama, donde los ladrones no se muestran tan seducidos por los millones de dólares, sino por. ¿por qué? Lo cierto es que con el robo conoceremos a un jefe de asaltantes más astuto que zorro en peligro y, frente a él, un detective tan sagaz como gato sin castrar. El primero se llama Dalton (Clive Owen) y anhela ejecutar el robo perfecto; el segundo es Frazier (Denzel Washington), con la paja tras la oreja.
La película se titula El plan perfecto (2006) y se trata de un filme perfecto a partir de ciertas condiciones narrativas, que debemos y podemos aceptar como válidas. Es cine con calificación 10, gracias al talento envidiable del director Spike Lee (idoneidad que debiera ser muy contagiosa).
Spike Lee nos demuestra cómo se puede cautivar al público sin balaceras violentas, sin persecuciones traumáticas y sin golpizas enfermizas. No hay artes marciales ni juegos efectistas con la imagen. Lo que sí hay es una narración limpia y atrapadora, como el mejor guante beisbolero, con actuaciones brillantes y mejores diálogos, para rumiar inteligencia a lo largo de toda la película.
No crean ustedes, de ninguna manera, que el director Spike Lee renuncia al puntillazo político, qué va, aunque se trate de una película de acción con guion ajeno (de Russell Gewirtz). Pensemos, por ejemplo, en la variopinta muestra neoyorquina presente entre los rehenes de los asaltantes; por igual, recordemos el solapado racismo de algunos policías y, sobre todo, en la brutalidad del videojuego asumida como normal por un niño presente en el banco secuestrado.
Hay más, encarnado en los personajes magníficamente logrados por Jodie Foster (como abogada) y Christopher Plummer (como dueño del banco), quienes expresan el cinismo y la pudrición de un sistema económico corrupto por naturaleza, mientras el dueño del banco destaca el apoyo "de los suyos" y muestra sus fotos: pongan ustedes atención a quiénes vemos en esas fotos, que a Spike Lee no le tiembla la cámara.
En todo caso, destacamos la destreza con que Spike Lee maneja el relato, junto a la dramatización y la expresión visual de su película, con cuánta agudeza esgrime los giros de la trama (incluidas las entrevistas a los rehenes del atraco, que van salteándose a lo largo de la película), cómo se acrecienta la emoción del espectador, venida desde las mismas emociones de los personajes (ladrón y detective citados).
Estamos, pues, ante cine del mejor, desde el comienzo, cuando Dalton pide al público que preste atención a lo que va a decir, que son las claves del filme. Por esto, amigos, no entren tarde a la función: hay que verla desde el principio y sería bueno que la publicidad se lo dijera a los posibles espectadores.