
Cada uno de nosotros puede ser “el próximo sacrificado” al pagar el boleto para ver la película La próxima víctima (2005), filme venido a menos, con el cantante Jon Bon Jovi como profesor en un colegio y enredando a cuanta “güililla” pueda.
Esta cinta está dirigida por Jeff Wadlow (¿dirigida o perpetrada?), mejor conocida por su título original en inglés: Cry Wolf . Es la historia de un chavalito de alcurnia y mal portado, carilindo, llamado Owen, a quien el papá ya no lo aguanta más y no lo quieren en ningún colegio. Así es como llega a un instituto en Westlake.
Cerca del edificio de la preparatoria, ha habido un asesinato: el de una colegiala, lo que genera paranoia colectiva. Cuando Owen llega conoce a la muchachita líder, llamada Dodger, y con varios compañeros desatan el llamado Juego de la Mentira. Lo hacen a tal punto que lo corren por Internet, con crímenes ficticios y asesinos seriales a punta de imaginación.
El problema sucede cuando se cumplen los asesinatos diseñados por la red electrónica. Es como haber desatado una caja de males, lo que muchos llaman una caja pandórica, donde no hay lugar para la esperanza. Los estudiantes empiezan a morirse sin morirse y a asesinar sin ser asesinos.
La propuesta del juego es la siguiente: “Evitar sospechas, manipular a tus amigos y eliminar a tus enemigos”. Sin embargo, la película no desarrolla nada bien ese concepto y deviene más bien en trama tediosa y repetitiva, cuyo único mérito está en la resolución final, por imprevista, aunque podríamos haberla imaginado.
Lo peor del largometraje es el elenco (¿actores?). Si el filme es de calidad claudicante, los trabajos de los histriones (incluido el roquero Jon Bon Jovi) resultan bien malos por inexpresivos; o sea, a grandes males, grandes enfermos.
Hay una mala dirección de actores, sin duda, y también hay un estilo narrativo confuso, como si este fuera un clavo ardiendo en manos del director. Ya sabemos que mal ayuna quien mal come. Tal vez haya méritos en la fotografía de Romeo Tirone en el manejo de los rangos del color. Nada más.
Por lo demás, la película nos convierte en sus víctimas, filme mediocre en lo que llaman “slasher-movies” (cine con asesinos enmascarados), con un terror muy “pollito” y, ya lo sabemos, ¡donde no hay pelo, no se puede peinar copete!.