
Pensábamos que el actor Robin Williams no saldría nunca más de esos filmes llevados con lágrimas de por medio, sentimentalones, donde al buen actor le bastaba poner cara de ángel pellizcado para cumplir su oficio. Esos eran y son largometrajes bondadosos con sus moralejas, pero el actor Robin Williams parecía un acartonado maniquí o una repetida imagen en procesión de Semana Santa.
Ahora llega una comedia convencional con el título de Locas vacaciones sobre ruedas (2006), dirigida por un buen realizador venido a menos: Barry Sonnenfeld. Con esta cinta, Williams tiene la oportunidad de volver a la farsa, donde se ha lucido con su talento, solo que el guion de este divertimento no es tan bueno ni la puesta en imágenes le responde con inventiva.
Es la historia de un tipo, Bob Munro (Robin Williams), quien debe mezclar trabajo con familia en un viaje que es, supuestamente, el paseo familiar de vacaciones. Querían ir a Hawái, pero Bob los lleva a Colorado sin explicar las razones (laborales). Así surgen los enredos y la película se sostiene en una serie agotadora del llamado "slow-burn". ¿Qué es esto?
Se trata de un efecto cómico que consiste en el lento e irremediable deterioro de una situación que, al principio, parecía muy fácil, tal y como sucede con el alocado viaje de vacaciones de Bob con toda su familia. Hay dos actores inolvidables en este estilo de farsa: Buster Keaton y Peter Sellers.
Lamentablemente, Robin Williams ha perdido "genio" para sacar adelante un relato con tal naturaleza y aún se empaca dentro de algunos tics del molde melodramático, sin la soltura necesaria para estar de titular en la cancha del humor destempladamente gozoso. Es cuando la película comienza a vararse en su viaje.
Ya hablamos del guion minusválido y mediocre del filme. Como dice el crítico Michael Wilmington ( Chicago Tribune ): "Duele ver a Robin Williams intentando darle vida a esta convencional, poco inspirada y tonta comedia". En el elenco, el único que hace bien lo suyo es el actor Jeff Daniels, con el personaje secundario que también viaja con toda su familia.
Tampoco faltan los chistes escatológicos y, así, vemos al personaje Bob Munro bañado en materia fecal, para que Robin Williams haga "muequitas". Lo cierto es que la propia película resulta tan destartalada como el auto de los Munro: cacharpa con su narración y carcacha como puesta en escena.
Pese a ello, somos benévolos con nuestra calificación (6), porque hay ciertas secuencias agradables, porque Robin Williams se esfuerza (cuando habla en dialecto "gangsta", por ejemplo), porque el filme tiene sensibilidad bondadosa para con la familia como tema y porque quien esto escribe se pasa de buena gente al calificar.