Once rosas . Dirección y guión: Esteban Ramírez. Fotografía: Mario Cardona. Música: Bernardo Quesada. Sonido: Nano Fernández. Con Fabricio Gómez, Mónica Sánchez, Rolando García, Thelma Darkings, Silvia Rojas, Carlos Alvarado, Rubén Darío Arena. Costarricense, 2000. Estreno.
"Las fotos roban el alma", dice una vieja máxima. Rafa (Fabricio Gómez), diseñador publicitario de cámara al hombro, atrapa la imagen de Mariana (Mónica Sánchez) de modo fortuito. A partir de aquí, algo ocurre. El muchacho, un "bohemio extemporáneo", intima con las fotos; y podríamos decir que estas constituyen la materia prima de una construcción romántica, el punto de cristalización de que hablaba Stendhal en su libro Del amor : el amante inventa a la amada y las historias que vendrán, y queda cautivo de su propia ilusión. Sí, es cierto, las fotos roban el alma... del fotógrafo.
Once rosas , cortometraje dirigido y escrito por Esteban Ramírez ( Rehabilitación concluida , 1999) nos abre así la puerta de su fábula, de manera rápida, directa. De allí que uno se incorpore a la trama clara y distinta de la película dispensado de cualquier prefacio.
El hecho podría suceder en Uruguay, Escocia o Tombuctú. Lo nuevo es que suceda en pleno centro josefino; y que San José esté allí no para amueblar la anécdota, sino para envolver a sus criaturas de aquellos signos intensamente legibles que la identifican.
Los diferentes ámbitos parque, soda, universidad, teatro, correo, supermercado, peluquería... invocan, aparte de la presencia de un hábitat familiar donde el tico de hoy se reconoce, el rol de fugaces indicadores, ritos de pasaje hacia una meta no predecible.
Ágil, de ritmo andante, el filme exhibe las características de un trabajo de elaborada simplicidad. Fabricio Gómez impone a su personaje el brío y humor nostálgico que impregna el relato, mientras Mónica Sánchez de actuación más fugaz ilumina la pantalla cada vez que aparece.
Todo se articula a lo largo y ancho de una conexión armónica de puesta, cámara, sonido y música que denota un manejo idóneo del lenguaje fílmico y sirve de aperitivo a la idea de ambicionados y futuros largometrajes.
Once rosas , que ganó la IX Muestra de Cine Costarricense y obtuvo buenas notas en La Habana y Cartagena, hace compañía desde la semana pasada a las cintas postuladas al Oscar 2000.
El fenómeno, vivido ya el año pasado, tiene la importancia de ser un barómetro de la producción autóctona frente a la vasta platea: el mejor tribunal, sin duda, a la hora de medir la calidad de las obras y el tamaño de nuestra esperanza.
¡Salud!