
Londres. Ahora estamos a finales del siglo XIX, cuando la amistad entre dos neófitos de la magia se convierte en ardua rivalidad, con la muerte de la esposa de uno de ellos durante un acto de prestidigitación. Este es el núcleo argumental de la película El gran truco (2006).
La película, con magia y magos, corre como acto de sortilegio, con la renuncia de la narración lógica y de la puesta en imágenes rectilínea, para alimentar la intriga como si fuera un puzle diseñado desde el viejo arte de los druidas.
Posiblemente en manos de otro director, El gran truco (en sus 128 minutos) sería una piedra en el vacío, pero ya conocemos la capacidad del director Christopher Nolan para trabajar con guiones laberínticos. Ahora, él es coguionista con su hermano Jonathan Nolan.
Por si acaso, recordemos títulos del realizador Christopher Nolan como Amnesia (del 2000, narrada hacia atrás), Insomnia (del 2002, con un detective sin encontrar el sueño) y Batman inicia (del 2005). Como ven, se trata de un director imaginativo, experimental y con talento competitivo.
Esta vez, con la película El gran truco , tenemos una narración envolvente, por más que vaya y venga con sus imágenes. Durante un buen trecho del filme hay rupturas visuales que nos obligan, como espectadores, a tener una actitud inteligente ahí en la butaca. Este es el cine que vale la pena. Por otro lado, el filme logra convertirse en incisivo estudio sobre la obsesión, como rostro del lado oscuro de la conducta humana, proceso que solo lleva a la tragedia, por más mágico que se nos presente el transcurso de los acontecimientos.
La obsesión se manifiesta entre el misterio, los celos, el engaño, la obcecación y el dolor de los personajes por lo que pierden en su caminar. Los personajes (magos) llevan una herida más que su arte, como lo decía Virgilio en La Eneida : “Vivit sub pectore vulnus” (la herida vive bajo el pecho).
Sin embargo, este largometraje tiene sus propias limitaciones, como las del aprendiz de brujo, quien no puede detener las fuerzas desatadas. La película llega a tal punto mágico y excitante, que, ¡vaya paradoja!, solo puede resolverlo de manera trivial y con giros en falso: le llega la ruptura con su propia coherencia. Las explicaciones para el desenlace son ases sacados de la manga, con magia de circo de barrio, aunque Nolan mantenga la escénica riqueza visual. Lo peor es que este último tramo se alarga innecesariamente y perdemos la seducción habida.
Otro punto flojo son los trabajos endebles por sobreactuación de Hugh Jackman y de Christian Bale. Las mejores actuaciones van con los secundarios, a saber: las actrices Piper Perabo y Scarlett Johanson, y del siempre enorme Michael Caine. Lástima, habría sido cine excelente, más arriba del 8 que ahora le damos.