
He aquí una historia capaz de llegar a nuestros sentimientos con nobleza. Es un relato convertido en fina y creativa cadena visual, donde cada uno de los eslabones es hito de una película excelente. Hablamos del primer largometraje de la realizadora escocesa Shona Auerbach, con el título de Querido Frankie (2004).
La película narra la historia de Frankie, niño de nueve años, de su madre Lizzie y de la abuela, fumadora terca, quienes huyen de alguien y de algo. La madre solo busca proteger al hijo de una dolorosa verdad, por la que Frankie es sordo, mientras este mantiene una relación totalmente epistolar con su padre, quien viaja por el mundo en un buque equis.
Si vamos por partes, hay que destacar la solvente textura dramática del filme, sin pátinas propias del culebrón: el drama se muestra tenso, pero pulido. Para esto, cuenta con el mejor perfil de personajes en el desarrollo de las pasiones en conflicto y, por contraste, es cine amable en los momentos íntimos que le sirven de contrapunto.
A esa exquisitez estética le corresponden las extraordinarias actuaciones de los adultos, sobre todo la de Emily Mortimer, como la madre integrada por su amor al hijo y como la mujer con miedo a enamorarse. Tenemos a Mary Riggans, popular actriz en Escocia, como la abuela que calla ante lo que mira de manera omnisciente, por ella pasa la preocupación social que respira y oxigena a la película. Por último está Gerard Buttler, con cuyo personaje tenemos la perspectiva de los cambios que suceden en el entorno familiar, donde crecen el amor y la bondad.
Con respecto al niño Jack McElhone, le falta más expresividad como Frankie, quien desde su sordera debe entender la complejidad de los acontecimientos; aún así, logra darnos la sensación de la necesidad de afecto con la presencia de sus silencios. No hay duda que Shona Auerbach logra una buena dirección de actores.
Sin embargo, no es solo eso, hay algo más: se trata de que ella logra darnos un filme vitalista, que se desprende de las fuerzas trascendentes de sus personajes: seres vivos en medio de emociones muy encontradas, no siempre fáciles de manejar. Con fotografía harto expresiva (de la propia directora), este relato dramático alcanza también tonos poéticos.
De tal manera, este filme muestra y vive un universo excepcional de seres humanos en su más pura esencia. Sus emociones se muestran con mucha humanidad, sin manipular al espectador. Querido Frankie, como cinta de gran valor, pasa por sus imágenes y por esa tangible abstracción llamada espíritu. Este filme ayuda a entender aquella frase del escritor C.S. Lewis: "Quizá estemos aquí solo para sentir al ser humano como sentido de amor".