No solo de cera vive el hombre; también las mujeres. Cuestión de confirmarlo en una película algo tediosa en su guion y con algunos méritos en su visualización: La casa de cera (2005), cine comercial dirigido por un español, nacido en 1974, en Barcelona, con nombre muy catalán: Jaume Collet-Serra.
Es una producción de terror con un presupuesto de 30 millones de dólares. Ya uno ni sabe si esto es bajo, medio o alto presupuesto en la enloquecida fábrica de imágenes que es Hollywood. Lo cierto es que se trata de una película que "pega" bien entre los (pre)adolescentes tirando a jóvenes con cédula. Precisamente, es una historia de horror con adolescentes en la trama.
Estos muchachos deben enfrentarse a algún peligro, mientras van muriendo de uno en uno. La pregunta del espectador es: ¿quién sigue? Como ven, se trata de un argumento poco novedoso. La lista es larga, soporífera y latosa si nos piden títulos de cintas por el estilo.
El filme tarda su rato en presentarnos a los personajes. Más de lo debido. Luego, la trama los lleva a un pueblito ignorado en la zona rural gringa, repleto de figuras de cera. Todo el pueblo es un museo. Es obvio: hay manos criminales que coleccionan cuerpos humanos, los empaquetan en cera y los conservan (como hacen algunos con esas prescindibles figuritas que hay, por ahí, con futbolistas del país).
Entre quienes van siendo víctimas del encerado forzoso está un personaje encarnado por la señorita Paris Hilton, gancho nada más, que de actuaciones está ella tan mala como la cera excesiva en los oídos. Tanto como la frivolidad de Paris Hilton, la película resulta superflua, digna de la cera recalentada.
Luego del clímax (por decir algo), la cinta agudiza una receta eficaz en este tipo de cine: pegar sustos. Hasta este crítico pegó un par de brincos por ahí. Lo mejor queda para el final, con un bien logrado incendio que va consumiendo paredes y figuras del museo, mientras los jóvenes sobrevivientes huyen y luchan a la vez.
Se supone que esta cinta es refrito ( remake ) de otra homónima (1953, de André de Toth y con Vincent Price), pero solo toma lo básico de ella. Lo que sí hay que destacar, en esta nueva versión, es la brillante y bien utilizada música de John Ottman. Esto, más el final, levantan nuestra calificación.