La mayoría de los cinéfilos conoce bien los apetitos del doctor Hannibal Lecter, consumado carnívoro, sujeto mal visto por los vegetarianos, pero gustado en el cine.
Ahora nos llega el filme Hannibal: El origen del mal (2007), de la mano del realizador Peter Webber. No vamos a cotejar esta película con otras con míster Lecter: no se trata de hacer cine comparado.
Hemos de juzgarla desde su propia propuesta visual, desde su composición narrativa y demás elementos que la configuran. De primera entrada diremos que no es tan mala película, como dijeron algunos críticos en Estados Unidos, ni tan buena como fácilmente la ve el público.
Se trata de un entretenimiento más que aceptable, que no hurga en la personalidad de don Aníbal (Mr. Hannibal) ni ahonda en las causas de su conocida conducta, sino que se estructura –más bien– como explayada película de acción, venganza incluida del señor Lecter contra quienes lo violentaron, a él y a su hermanita Misha, en la niñez, durante la guerra.
A mal pan, buenas son las tortas; pero el jovencito Hannibal descubre que es más rica la carne humana, sobre todo la de los cachetes de sus víctimas. O sea, a carne dura, muela aguda.
A la trama le falta aguijón en el diseño y estudio del personaje principal, quien resulta esquemático o unidimensional, aunque le sobra interés al mostrar como este ejecuta su venganza (con buen uso de la retrospección visual o flash-back ).
El filme está alargado, pero la puesta es más que aceptable –lo dijimos antes–, por lo que no cansa, amén de que la estructura del relato mantiene su coherencia.
Lástima la actuación tan floja de Gaspard Ulliel (como Hannibal Lecter), quien se limita a poner cara de malo con una sonrisa cínica aburridamente arquetípica. Con eso o sin eso, su trabajo es totalmente inexpresivo.
Por dicha está la actriz china Gong Li, extraordinaria como la es siempre, llena de intensidad en sus escenas. En fin, sin esperar más de la cuenta, nos permitimos recomendarles a este don Aníbal.