Con una excelente actuación de parte del actor Russell Crowe, tenemos una nueva e intensa variable sobre el tema del boxeo en cine, muy bien narrada por el director Ron Howard. Se trata del filme El luchador (2005, Cinderella Man), que narra la vida de Jim Braddock, boxeador que se vio obligado a abandonar los cuadriláteros cuando triunfaba.
En la época de depresión económica, Braddock tuvo que volver al boxeo, porque las crisis recaen siempre sobre los más desprotegidos. Braddock no regresó por vocación: era lo que podía y sabía hacer cuando su familia tenía hambre, sus hijos se enfermaban y él mismo vivía de la caridad pública. Esa analogía constante entre los dilemas de un hombre en un cuadrilátero con los de ese mismo hombre en una sociedad azotada por la injusticia social, esa relación es la que le da hondura temática al filme.
Por lo demás, está la forma clara en que se muestra el boxeo, con toda la dudosa ética con que pretende mostrarse una "actividad humana" que, algunos, intentan pasar como "deporte". Está claro: la dignidad humana no se logra al golpear a otro; pero (muchas veces) la estructura social obliga a los desposeídos y a los marginados a recurrir al acto violento, aunque este se encubra en algo que llaman boxeo.
Para sentir mejor esa atmósfera, el director Ron Howard ha metido pasión en el ritmo narrativo y ha logrado desgranar emocionalmente a sus personajes, no solo con la ayuda de la actuación de Russell Crowe, sino también con el muy bien logrado desempeño de un extraordinario actor como lo es Paul Giamatti, aquí en papel "secundario" muy importante.
Quien sí desentona es la actriz Renée Zelwegger, quien se dedica a hacer mohínes, muecas, monerías, pucheros, cucamonas y manoseos faciales con su personaje de Mae, la esposa del boxeador. La actriz no entiende que por su personaje pasa la sensibilidad de los acontecimientos: es la mujer, madre y esposa cuyo registro dramático no puede quedarse en muecas como si fuera Bridget Jones, el personaje que le ha dado notoriedad en cine.
Pese a la actriz, el filme sí logra darnos la suficiente emotividad como para sensibilizarnos con la trama, aunque podamos conocer el final. El luchador, en fin, no solo es película para conocer sobre un hombre y sus conflictos; también nos sirve para identificar una época y cuestionar un sistema económico. Por eso, además, son tan importantes y oportunas la impecable fotografía de Salvatore Totino y la apuntalada música de Thomas Newman. Como escribió el crítico español José Manuel Cuéllar (Diario ABC ): "Es película con la dignidad en un puño y con las tripas en el otro; una joya de artesanía".