
Con bastante retraso nos llega una película que busca ser más torcida que un garabato con su cábala, seguramente para hacerle juego a su título: Caos (2006), cine dirigido por Tony Giglio. Su soporte comercial está en la presencia de sus tres actores, conocidos en el cine de acción: Jason Statham, Ryan Philippe y Wesley Snipes.
Si el filme quería ser complejo, no pasa de ser complicado, a lo sumo. Si los histriones querían expresar algo, se ven más impasibles que un cadáver en la morgue: pasan toda la película como si tuvieran abejón en el buche y no encuentran el parlamento para soltarlo, así de sosos son los coloquios del filme.
Esos diálogos pueriles responden a un argumento relamido, visto más de mil veces en la pantalla, porque este largometraje se limita a repetir los lugares comunes de las cintas policiales hechas en serie, pero nunca en serio. De paso, tiene más hilos sueltos que un vestido rancio. Si fuera por cargar de interrogantes esta crítica, llenaríamos toda la columna. ¿Por qué esto, por qué aquello?
La trama policial narra la historia del asalto a un banco, hecho de manera forzada, y al cual deberá enfrentársele un policía escogido ¡por los propios asaltantes! (¿será que... será?). Esta trama o confabulación se va llenando de huecos negros que –luego– el guion de la película se ve obligado a explicar de manera rudimentaria o embrionaria (por ejemplo: devolviéndose con retrospecciones para decirnos cómo sucedió algo realmente).
Entre el pillo y el policía, aparece un joven detective que descubrirá lo evidente, ¡vaya!, mientras pone rostro de iluminado, como si los dioses le dieran la solución (¿o será que está pidiendo un Óscar?).
Lo cierto es que esta película no sirve ni para pulga en un petate, y uno se queda sin entender cuál es el propósito de traer un filme del 2006 cargado de impericia de parte de su director. Es filme plano, a veces plúmbeo y a veces atropellado: aquí lo mismo da cola que pecho y lo mismo es pelo que albarda. ¡Ni en video!