Una manera muy cómoda de viajar al pasado es ver periódicos viejos. Hasta el mejor historiador se asombra con los finos detalles de las crónicas que quedaron grabadas en hojas de papel de tan baja calidad que ahora, con cada día que pasa, de manera casi imperceptible, aumentan su característico tono amarillento y disminuyen su humedad.
El primer ejemplar de La Nación , del “Día de la Raza” de 1946, lleva esa magia impresa en sus páginas.
Una portada atiborrada de títulos, entradas de noticias y fragmentos de textos confunden al más atento de los lectores. Era el estilo del momento, un momento en que el lector leía –y no solo ojeaba– el diario.
Por ello resaltan las únicas dos fotos de la primera plana. Una es del entonces diputado Fernando Lara, y la otra, de don David Clachar. El congresista fue uno de los primeros entrevistados que desde entonces intentan reducir “los gastos superfluos”, mientras que el señor Clachar escribía en ese número acerca de los peligros del río Tempisque, “a pesar de su hermosura y lo apacible de su corriente”.
Al dar la vuelta a las páginas, se encontró aquel novel lector con la declaración de principios de La Nación.
En ese primer editorial quedó bien definida la tarea del nuevo diario: “Aspira La Nación , en resumen, a ser la más libre de las tribunas, desde donde los ciudadanos todos –y nosotros en la primera fila de combate– defiendan honrada, libre y tenazmente los elevados intereses nacionales”.
En este mismo texto se presentaban con los colegas de otros medios de comunicación, entre los cuales el Diario de Costa Rica era especialmente importante por su tradición e influencia.
Ante las diferencias ideológicas y de apreciación de los problemas nacionales debían primar, según el editorial, los lazos de amistad.
El día antes, por ejemplo, se había hecho una transmisión por radio Monumental en la cual se explicaron “los puntos de vista de los accionistas” de este nuevo diario. Además, el director dio a conocer la ideología, el personal y características del periódico.
Entre los integrantes de esa primera Redacción destacaban don Sergio Carballo (director fundador), don Adrián Vega (sería también director de julio de 1980 a febrero de 1982) y don Joaquín Vargas Gené, un baluarte del periodismo tico, fallecido en setiembre anterior.
Saliendo de la guerra. “Con respecto a nuestro gobierno en concreto, tenemos que admitir –porque es un hecho evidente– que el ambiente es adverso a sus actuaciones administrativas y políticas, especialmente las políticas”, declaraba ese primer ejemplar.
Teodoro Picado era el Presidente de la República y el ambiente político cocinaba ya la Guerra Civil de 1948, que estaba a menos de 18 meses. Por ejemplo, se publica una noticia afirmando que varios ciudadanos reclamaban porque no aparecían en las listas de sufragantes, situación muy común en nuestro país antes de la creación del Tribunal Supremo de Elecciones.
En ese momento, se venía saliendo de la Segunda Guerra Mundial y, sin duda alguna, el espíritu social impulsaba más hacia el regreso a la normalidad que hacia la exaltación innecesaria de las diferencias internas.
Probablemente esto se ve reflejado en la “tranquilidad temática” de la que esa primera edición hace gala, inconsciente-mente por supuesto.
Así, Lacsa (la empresa de aviación costarricense) fue una de las primeras en anunciarse, en la página cinco. Los aviones Douglas DC-3 lo podían llevar no tan lejos como lo hacen ahora los trasatlánticos, pues su autonomía de vuelo era de unos 2.500 kilómetros, pero sí lo suficiente como para viajar sin problemas a Miami y a toda Centroamérica.
Precisamente, las relaciones amor-odio de los ticos con el resto de la región centroamericana ya se reflejan en ese primer número. Es así como se informa, desde la portada, que ya no existía posibilidad de un acuerdo para eliminar el uso de pasaportes entre los ciudadanos de Costa Rica y los de Guatemala.
El presidente de aquel Estado había hecho un discurso que fue malinterpretado en parte por nuestro gobierno y, de remate, la Cancillería tica no mostró interés en reanudar las negociaciones cuando llegaron las explicaciones guatemaltecas.
Por otro lado, existe un gran interés por una huelga en El Salvador. Esta fue la historia que se llevó el título principal, si así se le puede llamar por estar a la izquierda de la plana, en el lado superior y debajo del primer logo que tuvo el diario.
Según se informa, entre el 21 de setiembre y el 3 de octubre de 1946, la huelga provocó el estado de sitio en El Salvador y 202 de sus líderes fueron detenidos “y puestos cerca de las fronteras”, sin documentos de identidad y dejándoles solo “el vestido que llevan puesto”.
Es en ese periodo cuando el enemigo del mundo occidental ya dejaba de ser el nazismo. Apenas si se menciona que los 15 exjefes nazis recientemente juzgados y condenados estarían en la horca por 15 minutos.
Problemas de ayer y hoy. “Josefino: contribuya usted al aseo y belleza de su ciudad. Aconseje a sus hijo y a sus criados, que no ensucien las vías públicas con cáscaras, colillas de cigarros, papeles y otras inmundicias. Déle parte al policía, no rompa su sobre en la calle arrojando a ella el desecho. Limpie los vidrios de su casa, haga recortar la yerba y pinte su casa a fin de año.”
Es más que evidente que ni el josefino, ni el costarricense en general, hizo caso del aviso publicado en letra negrita y en un tamaño mayor al texto noticioso.
Con el paso de los años, no solo ensuciarían, demolerían y llenarían de cortinas metálicas la capital de la República, sino que los ríos de los alrededores se convertirían en el ejemplo perfecto de cómo contaminar sin pudor uno de los regalos más valiosos que la naturaleza dio a los ticos.
Aún hoy, 60 años después, el costarricense parece incapaz de comprender lo que es no tirar basura en las aceras, en las autopistas, en lotes baldíos o en los ríos; y a las colillas de cigarro se suman lo mismo paquetes de galletas como lavadoras inservibles.
¿Y podríamos darle “parte” al policía de quiénes contaminan? Tal vez, si hubiera policías en las calles, ellos mismos verían a los delincuentes ambientales sin necesidad de denuncias.
La lotería ilegal fue, es (¿y será?) otro de los problemas sin solución. Según se denuncia, la Federación de Trabajadores de Turrialba sorteó ¢20 en mercadería a ¢0,25, en combinación con la lotería nacional del 29 de setiembre de 1946.
Ahora, además de mercadería, se rifa dinero en efectivo y hasta automóviles de manera clandestina. Va contra la ley, por supuesto, pero todos saben quiénes venden tiempos y rifas donde probar un poco de suerte.
Mañana es feriado. La primera sección dominical de La Nación se publicó sábado por culpa de Cristóbal Colón. Como los redactores no irían a trabajar el “Día de la Raza”, el material del domingo 13 de octubre se adelantó para ese primer número.
La página literaria de entonces contaba con cuatro poemas y un ensayo acerca del origen del nombre de nuestro país. Pero, además, ya se hablaba de la posibilidad de efectuar una feria del libro centroamericano con sede en Costa Rica.
El artículo de fondo cuestionaba dónde están las cenizas de Colón, si en la americana Santo Domingo o en la española Sevilla. No se preocupe por la opinión de los consultados: la más reciente información sobre esta disputa la publicó La Nación el 1° de agosto del 2006, y tenga la certeza de que no será la última.
¿Es usted de los que llaman para reclamar cuando se publica el mismo crucigrama dos días seguidos? Pues desde esa primera edición hubiera podido hacerlo, ya que el crucigrama ha sido una de las constantes en el diario; eso sí, el teléfono de entonces era el 4892 (repetimos, no era una extensión, era el número directo de la gerencia).
En cuanto a la publicidad, tenemos que confesarle que sí: Coca Cola sí se anunció en ese primer ejemplar. ¿Alguna duda sobre qué es presencia de marca?
Y a las damas y señoritas amantes del “colorete”, en ese primer número les recomendaron Max Factor, porque “cuando usted está maxfactorizada sabe que es glamorosa”.