LE BILBOQUET ERA un restaurante mucho antes de que los transeúntes nos percatáramos de ello. Y es que, como no tiene letrero, era difícil saber que aquellas dos banderas -la tica y la francesa- que le daban cara de embajada al edificio, lo que tenían era un pacto puramente alimenticio.
Situado frente al hotel Britannia, en el centro del barrio Amón, en este edificio se empezó a cocinar hace dos meses, y ahora nos damos cuenta de lo que nos perdíamos.
Llegamos un día entre semana recomendadas por uno de esos amigos que siempre se enteran de "las últimas". Es mediodía, el lugar esta vacío, por lo cual acaparamos la atención de Jean-Pierre, el encargado de acomodar a los visitantes. Nos recibió con sonrisa amplia, acento irrefutablemente francés -muy adecuado para un restaurante del mismo origen- y actitud galante.
Nos sentamos en una mesa cubierta con papel periódico blanco (debajo está el mantel). En un vasito hay unas cuantas crayolas de colores. Miramos las otras mesas: tienen lo mismo. ¿Será que nos sentamos en el área de juegos? No, todas están así. "Es para que la gente pinte", nos explica Jean-Pierre, y nos reta a dejarle de recuerdo una muestra de nuestras habilidades. "No se les olvide firmarla. ¿Quién sabe?: a lo mejor se hacen famosas". Tomamos una crayola, pero estamos como niñas de preescolar: círculos y rayitas.
Muy pronto, y gracias a la ayuda de nuestro anfitrión, nos percatamos de que no solo las crayolas tienen que ver con un juego: también el nombre del restaurante. Le Bilboquet es un juego, muy similar -por no decir igual- a lo que nosotros conocemos como bolero, y que consiste en un palo de madera y una bola hueca, ambos unidos por un mecate. El juego consiste en lanzar la bola al aire y tratar que caiga en el palo.
"Bilboquet es un juego muy popular en Francia; lo practicaban los reyes", comenta Thierry Gelormini, uno de los propietarios.
Jean-Pierre nos habla de la casa en la que están instalados, una propiedad en la que vivió, durante muchos años, la familia Ollé. Mientras llega nuestro pedido, nos muestra la hermosa residencia. Tanta atención nos hace pensar que nuestro anonimato no es tal. ¿Será que lo de periodistas se nos nota?
Típicamente francés
Puede que los reyes hayan jugado con los bilboquets, pero, en este lugar, nosotras comimos como ellos. El menú es bastante pequeño y, con todo y eso, cuesta decidirse entre todas las delicias que nos explican. Jean-Pierre pronuncia los nombres de los platos de una forma envidiable (envidiablemente francesa), así que es él quien habla; nosotros señalamos el menú.
De entrada nos fuimos por la ensalada niçoise y los chiles dulces marinados, acompañados de ratatouille sobre tostadas: excelentes formas de comenzar la comida, ambos deliciosamente aderezados y presentados. El primero llegó con atún, lechuga, v vainicas o algo parecido, y unas cuantas cosas que no me preocupé por conocer: solo por saborear.
Si la entrada estuvo buena, el plato fuerte fue "demasiado": una pechuga de pollo cajun Bilboquet y unos camarones en tempura de coco con salsa de miel. De solo acordarse dan ganas de volver.
"Tenemos una carta pequeña porque todos los platos son una creación en sí; cada uno de ellos está complementado con una cosa diferente. Esto es más complicado que hacer un menú con muchos platos sencillos", comenta Gelormini.
Aquí hay recetas tradicionales de Francia y, claro, con un toque muy propio del restaurante; pero no podían faltar los platos originales, entre ellos la tartare de con salsa de wasabi, el dorado cajun sobre cuscús y cítricos, y la pechuga de pollo cajun Bilboquet, la que probamos.
Más bien acogedor
Le Bilboquet no vino solo al mundo. En Nueva York existe otro con el mismo nombre, y con algunos socios y platos en común. De los dueños en Le Bilboquet Costa Rica, tres son franceses (Thierry Gelormini, Phillip del Grang y George Le Febvre) y uno tico, Federico Terán.
La idea con la que encendieron la cocina fue un bistró, como se llama en Francia a los lugares más acogedores que elegantes. "La comida es como la de un restaurante gourmet, pero con un ambiente relajado", agrega Gelormini.
Jean-Pierre hace énfasis en lo del ambiente relax. La música y los papeles en la mesa ayudan a calmar ánimos. Todos coincidimos en que este es un lugar tranquilo para comer, tomar algo y hablar, en el que se pagan precios justos para el tipo de comida y lugar. Una cena o almuerzo para dos personas con entrada, postre y sin bebidas alcohólicas puede costar entre ¢14.000 y ¢17.000.
Además, si usted no quiere comer, puede ir hacia dentro: ahí esta el bar, un espacio sobriamente decorado en el que hay sillones ideales para sentarse a hablar con los amigos. La decoración, de muy buen gusto, estuvo en manos Ronland Gelormini, hermano de Thierry.
De seguro, Jean-Pierre nos vio dibujando pues terminó tratándonos como niñas: si no se lo comen todo, no hay postre. No tuvo que pedirlo. Devoramos los alimentos dando gracias al de arriba porque existe la cocina francesa y nosotros estamos aquí.
Cómo, dónde, cuándo
Lugar: Restaurante Le Bilboquet.
Especialidad: Comida francesa.
Dirección: Esquina de la avenida 11 y la calle 3. Barrio Amón.
Horario del restaurante: Lunes, de 6 p.m. a 11 p.m. Martes, miércoles, jueves y viernes, de 12 m. a 3 p. m., y de 6 p. m. a 11 p. m. Domingos, de 12 m. a 3 p. m.
Horario del bar: Se abre a la misma hora del restaurante y se cierra a las 2:30 p. m.
Precios: Entradas, de ¢1.074 a ¢2.260; ensaladas, de ¢2.500 a ¢3.390; pescados y carnes, de ¢2.800 a ¢6.200; tartas horneadas a la leña, a ¢2.350; brunch especial, de ¢1.170 a ¢3.280.
Teléfonos: 221-2302 y 222-5842.
Calificación: Excelente.