Con respecto al domingo anterior, el evangelio que comentamos en este día da un paso más: de sólo velar y prever se pasa ahora a una vigilancia mucho más responsable, activa y, sobre todo, creativa.
Estamos ante un amo exigente que se ausenta y tardará en volver. Deja a cargo de sus hombres de confianza una cantidad determinada de talentos, esto es, una unidad contable que equivalía a unos cincuenta kilos de plata. La responsabilidad es proporcional a los talentos recibidos y se impone una administración sabia de los mismos. Ahora, es claro que el riesgo no está excluido del proceder de los administradores, lo que sí aparece fuertemente desaprobada es la cobardía, el temor y la mediocridad.
Esta parábola no pone su énfasis en el tiempo que se tardará en llegar la Parusía o segunda venida del Señor, sino más bien, hace referencia a la rendición de cuentas que ella implica a nivel personal y comunitario. En otras palabras, se nos pide hacer rendir todos los dones de naturaleza y de gracia recibidos por el Señor. Lo importante será así, más que la cantidad misma multiplicada, la generosidad y la bravía para hacerlos fructificar. "¡Desentierra ese talento!, hazlo productivo", clamaba San Josemaría Escrivá, al comentar esta parábola de hoy en Amigos de Dios.
Según Mateo, el premio a la fidelidad creativa será el reconocimiento de la habilidad del siervo y la concesión de más y serias responsabilidades. Lo mismo que una mayor cercanía con su amo y, finalmente, librarse de un juicio demasiado riguroso. El cobarde, en cambio, todo lo contrario: manos vacías, desolado y además lanzado a la oscuridad.
Se impone así una necesidad: corresponder valientemente a la confianza depositada en nuestras manos de siervos. Yendo más allá de su reflexión sobre la esperanza, J. Möltmann cerró su camino de reflexión teológica basándose precisamente en la idea de correspondencia. Dado lo mucho que se nos ha dado, ahora nos toca -decía este teólogo alemán- hacer algo para que nuestra espera del fin de la historia conduzca a donde debe y además que ello ocurra cuanto antes. De aquí la urgencia de vigilar de modo activo, multiplicar talentos y construir una sociedad que haga actuales, poco a poco, los valores de Reino. En fin, nada haremos plantados mirando al cielo o enterrando nuestros talentos. Lo que queda es actuar audazmente y aportar lo que podemos, en cuanto creyentes cristianos, para construir un mundo más solidario, humano y responsable de cara a su futuro.
P. Mauricio Víquez Lizano.