Bogotá, 2 dic (EFE).- Los colombianos recordaron hoy al capo del narcotráfico Pablo Escobar, considerado en sus tiempos como unos de los hombres más ricos y uno de los delincuentes más perseguidos del mundo, abatido por la Policía el 2 de diciembre de 1993.
El legendario jefe del Cartel de Medellín murió en un enfrentamiento a tiros con un comando de policías colombianos y agentes secretos estadounidenses en el tejado de una casa de un barrio popular de esa ciudad, el último de sus múltiples escondites.
Con la muerte de Escobar el país respiró aliviado después de un década en la que ámbitos de la política y la sociedad colombianas sucumbieron ante el dinero fácil de este narcotraficante que los pobres consideraban como una especie de Robin Hood, y que empezó su carrera delictiva robando lápidas y automóviles.
Una llamada telefónica a sus hijos, hospedados en un hotel de Bogotá, permitió a los organismos de seguridad ubicar al mafioso, conocido como "El Doctor" o "El Patrón".
El narcotraficante fue acusado de ordenar numerosos asesinatos, entre ellos los de más de doscientos policías de Medellín, del ministro de Justicia Rodrigo Lara; del procurador Carlos Mauro Hoyos, del candidato presidencial Luis Carlos Galán y de Guillermo Cano, director del diario "El Espectador", el más antiguo del país.
También de secuestrar a Andrés Pastrana -que en 1998 sería elegido presidente-, y de los atentados de la época del "narcoterrorismo", entre 1989 y 1991, incluyendo el que provocó la muerte de más de cien pasajeros de un avión comercial y los que destruyeron centros comerciales.
El poder desestabilizador de Escobar y su organización alcanzaron a la asamblea que redactó la Constitución colombiana en 1991, de la que se excluyó la extradición de nacionales, restablecida seis años más tarde.
Meses antes, el grupo "Los Extraditables", financiado por Escobar, tuvo secuestrados a un grupo de periodistas colombianos, entre ellos el ahora vicepresidente, Francisco Santos.
El gobierno del presidente César Gaviria propuso en 1990 la política de "sometimiento", que ofrecía reducir las penas y juzgar en el país a los traficantes que se rindieran.
Escobar aceptó esa política y el 19 de junio de 1991 llegó junto con varios secuaces a la prisión de "La Catedral", que él mismo diseñó en las montañas de Envigado, cerca de Medellín.
En ese penal, en el que disfrutaba de escandalosas comodidades, el capo estuvo hasta el 21 de julio de 1992, cuando se evadió sobornando a la guardia, antes de que el Gobierno lo trasladara a una cárcel de verdad, para evitar el ridículo.
Tras la muerte de Pablo Escobar, sus lugartenientes fueron asesinados uno a uno en prisión o luego de quedar libres y su hermano mayor, Roberto, quedó ciego después de recibir en prisión un paquete con explosivos.
Su esposa María Victoria y sus hijos Juan Pablo y Manuela, después de una diáspora por varios países que los rechazaron, intentaron vivir modestamente en Argentina, donde la viuda fue encarcelada acusada de utilizar dinero ilegal.
Mientras tanto, en la mítica hacienda "Nápoles", a la que Escobar llevaba políticos en sus días de gloria, unos hipopótamos sobreviven entre la maleza que cubre su antiguo zoológico.
En Medellín los habitantes de los barrios pobres aún recuerdan las visitas de Escobar, sus generosos donativos para construir parques y campos deportivos, las quinientas viviendas que regaló y de hecho su tumba aún es visitada por el público.
De la cárcel de "La Catedral" solo quedan ruinas vigiladas por una guardia privado, después de excavaciones hechas por gente que asegura que allí había 100 millones de dólares escondidos. EFE
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