Casi diez años después de que la concesión del Nobel interrumpiera la creación de Madera de boj, Camilo José Cela ha acabado la novela que entonces se le atragantó, una obra con tintes vanguardistas y que le ha demostrado, según él mismo ha declarado ahora, que "el tiempo es el gran aliado del escritor".
A punto de cumplir 83 años el 11 de mayo, Cela asegura que se sigue sintiendo "muy a gusto" frente a una página en blanco. "Disfruto mucho y también sufro mucho escribiendo", dice.
Madera de boj es el tercer homenaje que hace a su Galicia natal. Si Mazurca para dos muertos fue su loa a la Galicia campesina, y La cruz de San Andrés a la urbana, la marinera de la feroz Costa de la Muerte es el escenario de esta nueva novela.
"Trabajando muchísimo conseguí llegar al final hace quince días", dice.
Enclavada en una época actual, "pero un tanto confusa" y con alusiones al pasado, Cela ha retratado la lucha contra el mar en una zona "tan batida del Atlántico, que en el último siglo hubo más de cien naufragios".
Tras sostener que, como en cualquiera de sus obras literarias, en ella refleja el espíritu del tiempo "o por lo menos el espíritu del hombre", explica que Madera de boj habla de "un tiempo más amargo que dulce" por la dureza de un mar en el que "hay una especie de última áncora de salvación o, por lo menos, de esperanza".
En la novela utiliza un nuevo cambio de registro, hasta el punto de que las pocas personas que la han leído la han calificado de vanguardista. "Los adjetivos calificativos son muy peligrosos, pero sí, es vanguardista en el sentido de que quiere deslavazar nuevos horizontes", afirma.
Cela no se considera un escritor genial, pues "sería pecar de soberbia", sino más bien "aplicado".
Cela cree que la inspiración es "un subterfugio para zánganos" y, "sin afán de proselitismo", opina que la máquina de escribir y el ordenador no son adelantos, "sino una rémora".
"Yo escribo a mano, y las secretarias me lo pasan a máquina", confiesa.
Asegura que el Nobel no le ha encerrado en una torre de marfil. "Yo estoy en contacto con la gente corriente, con el mundo real", comenta.
No tiene reparos en confesar que no sigue de cerca las novedades literarias.
"No puedo perder el tiempo. Siempre he tenido una gran voracidad de lectura. Antes leía todo lo que caía en mis manos, hasta que me di cuenta de que lo que caía no tenía el menor interés. Ahora leo aquello que ha sido avalado por algún lector solvente o por algún crítico que merece mi respeto", aseguró