Las pacientes esponjas son los seres más simples del reino animal. Son pobres pero honradas (redundancia). Por una dignidad mal entendida, a ninguna esponja le gusta que le exclamen: “¡Qué animal es usted!”. Las esponjas no diferencian la admiración del agravio: son más sensibles que diputado delincuente que defiende su honor.
Las esponjas no se mueven pues esperan que les tomen la foto de su trance faquíreo. Permanecen donde nacieron y no las inquieta saber qué baile se arma en el condominio de las medusas ni a dónde van las estrellas fugaces de mar.
Las esponjas están quietas en las playas, esperando el tren de las sirenas, que no pasa, o haciendo fila eviterna, de seguro social, ante la ventanilla imaginaria del agua y bajo el burlón mirar de las estrellas o bajo el Sol abrazador, con zeta.
Empero, algunas esponjas son más desprendidas pues se desprenden del suelo del mar y, debido a su falta de carácter, se dejan llevar por la corriente. Son esponjas perdidas pues en toda la diversidad biológica atenta la falta de valores.
Las esponjas viven una “situación-límite”, lo que ignoramos qué sea, mas suena preocupante. Quizá se aluda así al hecho único de que están entre las células sueltas y las células corporeizadas. Tamizados, ciertos espongiarios se deshacen en células que más tarde se juntarán armando otra esponja, Lázaro marino de modesto milagro.
Las esponjas son los únicos animales que carecen de sistema nervioso; así pues, son ideales para administrar crisis financieras y para exigir a los mercados que ya no estén tan nerviosos porque la histeria es indecente pero contagiosa.
Las esponjas no han pasado a la literatura como merecen. Esta pena ocurre cuando uno cree que le corresponde ser modesto y cuando los demás están de acuerdo con él.
Rubén Darío pone la palabra ‘esponja’ como verbo cuando alude a un cisne, florero indispensable en el juego de sala del primer modernismo. Zeus (hecho cisne) es amante de Leda: “Tal es, cuando esponja las plumas de seda, olímpico pájaro herido de amor” ( Leda) .
El biólogo Jerry Coyné recuerda que las esponjas, las medusas y los gusanos están entre los primeros animales de la Tierra y que aún permanecen con nosotros ( ¿Por qué la teoría de la evolución es verdadera? , cap. II). No es que nos tengan cariño; es que son distraídos. En 600 millones de años, las esponjas, las medusas y los gusanos no han mejorado; y ellos ¿qué dirán de nosotros?
Aunque algún gobernante exhiba quietismo, no descendemos de las esponjas, “punto muerto evolutivo” (Stephen Jay Gould: El pulgar del panda , cap. XXIV), mas compartimos, con ellas, un borroso antepasado. Algo nos decía que la paciencia nos viene de lejos.