¿Usted cree que el miedo a los psicólogos o psiquiatras sea un miedo a la locura?
La imaginación desborda la vida cotidiana y penetra, querámoslo o no, en el desconocido e impactante mundo de los estereotipos y, por qué no, de las realidades' Luchamos por la libertad de expresión y por la aceptación y nos aterra el encierro, el silencio, el rechazo social. Nos seduce la mente y nos aterra la locura. Queremos ser distintos, sentirnos personas y nos obligamos a una búsqueda permanente de aquello que nos semeje y nos permita relacionarnos de manera adecuada, conveniente, “normal”. Desde que nacemos se nos marcan los límites de lo prescrito y lo prohibido, la moral y el pecado, lo legal y lo inaceptable... Nos movemos en un juego social, y si rompemos el pacto, estamos en peligro, podemos ser sujetos de castigo, represión, condena social, cárcel o encierro psiquiátrico. De acuerdo con las épocas y nuestra condición de género, clase social, cultura, etnia o edad, varían las obsesiones y los estigmas, los mitos y los prejuicios'
Varían, pero no podemos negar que la locura y sus consecuencias está siempre presente. Aunque en la actualidad el psicoanálisis es una moda y, más bien, sinónimo de prestigio, aún muchos ocultan su necesidad de buscar ayuda profesional.
La cultura popular trata de quebrar el temor –desmitificar– con el dicho jocoso, el chiste, la caricatura de ojos desorbitados, pelos de punta, mirada vacía o perversa'
Se dice: “esa está más loca que una cabra”, “a ese se le va la señal o se le apaga la tele”, “el auto está más arrugado que un jarro de loco”, “aquella está loca de amor”, “si no es un sanguinario, está loco”'
La locura popularmente significa desproporción, desborde, anormalidad, pero, sobre todo falta de control, incapacidad para reaccionar adecuadamente.
La locura es una enfermedad con muchos apellidos; el miedo a que alguien descubra las visitas al psicólogo o la medicación de un psiquiatra es un factor eminentemente social.