Cuando Teletica anunció el nuevo reality, Cantando por un sueño , aplaudimos el esfuerzo que significa echarse al agua con producciones de este calibre.
Sin embargo, en su cuarta noche de emisión, el sábado trasanterior, nos sorprendió la cantidad de errores y altibajos que un programa de más de tres horas de duración no puede darse el lujo de tener. El secreto de un reality está en lograr mantener el interés de la audiencia con una mezcla perfecta de los elementos que lo componen, pues de no existir cohesión entre las partes, el producto final renquea, y cuidado y si además no se cae.
Para empezar, algo poco común: notamos a Édgar Silva distraído e inseguro (¿cansado?). Tanto que además de largos ehhhh y equivocaciones en el guion (una de ellas ameritó un innecesario “mea culpa” al aire cuando era más fácil retomar el hilo y disimular el gazapo), hasta llegó a olvidar por segundos el apellido de Marilin Gamboa. Édgar no puede bajar la guardia pues él lleva el peso de la conducción, algo fundamental para mantener el ritmo y la fluidez del programa. También debe ser más creativo para evitar repetirse en las transiciones de los distintos segmentos del show.
A estas alturas de la competencia, el público ya se conoce de memoria la mecánica del concurso, lo cual en sí no es malo, siempre y cuando exista el elemento sorpresa. En esto nos quedan debiendo las intervenciones de los participantes con comentarios sosos y poco estimulantes. Falta fisga y pimienta. Al público hay sacarlo del sopor con frases ingeniosas y situaciones inesperadas. De lo contrario, aquello parece un ‘karaoke’ de pueblo montado en un escenario de categoría. Suficiente tenemos ya con los futbolistas y su “hay que seguir trabajando”.
La música, ¿quién le pone atención a la música? No la de la orquesta acompañante, sino la que se necesita, al igual que en las películas, para elevar la tensión y mover los ánimos. Error imperdonable. Don Marvin, ¡haga algo con la música! Otro fallo inexplicable en una transmisión con público en directo es que uno no note, a través de la fría pantalla, el calor o la euforia que –se supone– se respira y vive en el ambiente. Eso lo saben en El Chinamo , pero lo dejan de lado en Cantando por un sueño . Uno ve a los cantantes moverse y darlo todo en el escenario pero el público no reacciona, y en eso las tomas no dejan mentir.
Para terminar, la labor de los jueces es sencillamente decepcionante. Además de un mayor conocimiento, se necesita un villano para desatar pasiones. Alguien que diga algo más que “hay que proyectar más la voz” o “tengan cuidado con la respiración”.
Pero lo peor, lo peor de todo, es ese arroz con mango que se traen desde el principio y que, obviamente, tiene mareados a los tríos participantes : mientras un juez le dice a una pareja que estuvo bien la parte del canto pero que le faltó presencia escénica, el de al lado le reclama mayores dotes vocales y argumenta que se le dio más importancia a la parte actoral. Palabras más, palabras menos. Pero por ahí anda el colochero que se les arma todos los sábados.
Cara de féretro. Esa fue la que le vimos este lunes al bueno de Paul Ulloa , de Las Noticias (canal 11), al recibir el pase de Informe 11 Las Historias. Resulta que estaban Catalina Mendieta y Kisha Alvarado , mondas y lirondas, despidiendo su espacio y dándole la bienvenida a Las Noticias . Todo era un puro ‘jiji’ hasta que a Ulloa se le zafó: “¡Buenas noches, Kisha y CRISTIANA !”. ¡Ah pecao ! El siempre sobrio comunicador perdió la compostura al instante, al punto de llevarse las manos a la cabeza, como si se hubiera jalado la torta del siglo , y ofreció mil disculpas. Durante la siguiente hora en que ofreció las noticias, se veía más serio que un choque de frente. ¿ Tanto asusta aún el fantasma de la Macha en el canal de La Uruca?
Nos pareció excelente el trabajo de Manuel Delgado a propósito de la Guerra Civil del 48, al cumplirse 60 años de tan significativo hecho histórico. Es poco lo que se ha dicho en forma objetiva y sin pasiones sobre esta guerra, pero en esta ocasión, debido a la calidad del guion y a lo acertado de las entrevistas a protagonistas del hecho o a personas cercanas a él, nos pareció que el gran lunar del trabajo fueron las escenas actuadas, que le dieron aire de “velada de escuela” , a hechos y personajes trascendentales de nuestra historia.
Solo en Costa Rica pasan estas cosas. El día de la visita del presidente Arias con Roberto Gómez ( Chespirito ) y sendas comitivas al hogar de ancianos Carlos María Ulloa , a la hora de retirarse todos se subieron en sus respectivos vehículos. O casi todos, porque Édgar Murillo , de La ½ Docena, se demoró más de la cuenta repartiendo besos y abrazos entre los viejitos , y cuando salió ya su séquito se había retirado… el único carro que quedaba era justo el del mismísimo Presidente , así que haciendo gala de todos sus encantos, Murillo logró que don Oscar les hiciera ‘ride’ a dos de los huevos de la ½ Docena (Erick Hernández también apareció a última hora). Como dicen que Édgar padece de incontinencia verbal, ahora lo vacilan con que de fijo don Óscar, al final del viaje, de seguro iba pensando: ¡ Ah ya cállate, cállate, cállate que me desesperas !
¿Porqué será que en el gremio del futbol, sus actores se consideran con derecho a introducir palabras con las que creen agregar mucha elegancia al tema?. ¿ Qué es eso de “volumen de juego ”? ¿A qué se referirá el entrenador del Saprissa cuando afirma que “el volumen” lo dejó satisfecho? ¿ Será que tiene un aparato para cuantificar los litros de pases efectivos ?Lo más triste es que muchos periodistas de televisión y radio, sin cuestionarse nada, asumen que, como lo dijo un entrenador, la expresión debe repetirse como lora.