Como si se tratara de un héroe épico, he aquí que la película Hombres de honor narra la vida de Carl Brashear, hombre negro, hijo de un campesino de Kentucky, quien llegó a ser un importante buzo en la marina de los Estados Unidos después de superar los obstáculos más ásperos, sobre todo su origen humilde, el racismo militar de los blancos y la pérdida de una pierna.
El filme, dirigido por el afro-estadounidense George Tillman Jr., se ubica dentro de los conceptos más tradicionales del llamado "biopic" (cine biográfico con estilo de epopeya). Así, la vida de Brashear es narrada como un canto al individualismo: el del sujeto que por sí solo vence todas las dificultades inimaginables en su proceso hacia el éxito (un buen ejemplo del "self-made man": el hombre que triunfa porque se hace a sí mismo, tema muy repetido por Hollywood).
Está claro que esa visión del éxito se emparienta con textos ideológicos que estimulan el culto al individualismo, y la película acepta plantearse como discurso sobre el tema, actitud que viene en detrimento de su coherencia y proceso dramáticos. Incluso, dentro de esa línea, hay momentos en que la cinta nos parece exagerada, por lo que el filme -aunque basado en hechos reales- resulta poco creíble.
Como ven, al filme se le pueden hacer serias observaciones ideológicas, sobre todo porque lo ideológico afecta su desarrollo dramático. O sea, las consideraciones ideológicas aquí van más allá de lo anecdótico porque el discurso de la película termina por desgastar su intensidad y provoca su irregularidad.
Por lo demás, la película está hecha con aceptable esmero y logra gustar al espectador porque es buena artesanía comercial (algunos momentos en el mar son secuencias estimulantes). Las actuaciones de Cuba Gooding Jr. (como Carl Brashear) y de Robert de Niro (como su antagonista) funcionan bien: son funcionales.