Por Rafa Quílez
Barcelona (España), 1 jun (EFE).- Bruce Springsteen ha convertido esta noche el Pabellón Olímpico de Badalona (Barcelona) en un gigantesco auditorio donde más de 8.000 personas, todas sentadas, asistieron a la presentación de su nuevo disco, "Devils and dust", y a las nuevas versiones de viejos clásicos de su repertorio.
Springsteen llegó la madrugada del martes a Barcelona, procedente de Bruselas, y ha disfrutado de una ciudad que hace años que le adoptó como un hijo y con la que ha establecido una complicidad inusual.
Por ello, El Jefe (The Boss) ha vuelto a incluirla en su actual periplo y ha permitido que, nueve años después de aquella gira en solitario que le trajo al Teatro Tívoli, un total de 8.170 personas hayan podido permitirse el lujazo de ver al rockero de Freehold (Nueva Jersey) en un formato algo más reducido del habitual, aunque sin llegar al intimismo de un pequeño club.
Un reducido número de personas a las que mañana, jueves, se sumarán las 7.137 que consiguieron una entrada para el concierto del Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid.
Springsteen apareció esta noche sobre el escenario con chaqueta americana negra y camisa de lunarcitos.
"Buenas noches. Es un placer estar aquí con vosotros. Esta noche me hará falta mucho silencio para poderos ofrecer lo mejor que tengo", dijo en catalán, idioma que alternó con el inglés para dirigirse a la audiencia.
Pero todo valía y se aguanta por ver a Springsteen sobre un escenario decorado con unas amplias cortinas y dos pantallitas de video, más cerca del folk y el blues, e incluso del gospel, que del rock -pocos momentos para la tormenta eléctrica-, ya sea tocando la guitarra acústica, la eléctrica, el piano, la armónica o el armonio.
El recital, como viene siendo norma general en toda la actual gira europea, iniciada el 24 de mayo en Dublín, empezó con "My beautiful reward", pieza de su disco "Lucky town", seguida de "Reason to believe" y de la primera de las nuevas canciones, "Devils and dust".
Introduciendo las canciones con parlamentos sobre su infancia, los consejos de su madre para escribir piezas de amor, los espaldas mojadas mexicanos o el significado de los temas, Springsteen se mostró muy comunicativo y totalmente entregado a un formato, el acústico e íntimo, donde desmenuza y desnuda los temas, que le hace justicia como cronista social, contador de historias y narrador de unos tiempos contemplados con la experiencia de sus 55 años.
"Lonesome day", "Long time comin'", "Silver Palomino", "The river", "Real world", "State trooper", "Maria's bed", "Nebraska", "Reno", "Paradise" -la sorpresa de la noche-, "Racing in the street", "The rising", "Further on (up the road)", "Jesus was an only son", "Leah", "The hitter" y "Matamoros bank", para finalizar tras una hora y 45 minutos.
En el bis, con el público puesto en pie o bailando en primera fila, "Ramrod", "The land of hope and dreams", "The promised land" y "Dream baby dream". Veinticuatro canciones en dos horas y 20 minutos para recordar.
Aullando como un lobo, percutiendo con las botas sobre una tarima, retorciéndose al piano o haciendo cantar y aplaudir a todo el pabellón, Springsteen dejó claro que lleva tanta música encima como la que le queda.
Tras los conciertos en España, Bruce actuará en Italia, Alemania, Holanda, Francia, Dinamarca y Suecia, y cerrará su gira europea el 25 de junio en Estocolmo. EFE
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