París. El colombiano Fernando Botero, una de las referencias de la pintura y escultura contemporáneas, que el mes de marzo celebrará el cincuentenario de su primera exposición con sendas muestras en México y París, es un hombre que un día quiso ser torero y acabó siendo artista.
A Botero lo contemplan más de 120 exposiciones personales, 50 de ellas en museos, y 30 libros sobre su figura. No es fácil encontrar otro artista vivo que haya hecho tantas muestras como él.
Medio siglo después de su primera exposición y varias décadas de éxito, este hombre nacido en Medellín en 1932, reconoce, en una entrevista concedida a la AFP en París, que su apuesta por los volúmenes fue arriesgada.
"Obviamente era totalmente arriesgada. Pasaron muchos años, 15 al menos, antes de que la gente empezara a reconocer mi trabajo. No es que el éxito llegara enseguida. Aún hoy en día, hay gente que piensa que lo que hago no es nada. Mucha gente, mucha oposición. Hay muchos directores de museos que me han invitado a exponer y gente que no lo haría nunca. Cuando uno se lanza a hacer algo distinto, hay detractores y amantes de lo que uno hace", afirmó en su estudio de trabajo de París, cuando se van a cumplir 50 años de su primera muestra en Bogotá en 1951.
Lluvia de críticas
Aunque las críticas no han hecho mella en Botero. "Me las han hecho en todos los tonos. Hay gente que ha hablado horrores y otra que ha alabado mi trabajo. En la cara tal vez no me lo han dicho, pero uno lo sabe. Aunque eso es secundario, lo bueno es el gozo que uno tiene pintando. Es como estar en el cine. Cuando uno está en la sala, uno no existe, solo existe la pantalla. La pintura es igual, cuando uno está pintando, no existe, sólo está el cuadro. Estoy diez horas ante un cuadro y no siento cansancio. En cambio si me invitan a un coctel y estoy una hora de pie, llego muerto a la casa", añade.
Botero siempre estuvo interesado por las formas voluminosas y en su estudio parisiense guarda fotografías de pinturas que hacía en el año 1949, cuando el artista tenía apenas 17 años.
"Como puede ver (enseña las fotografías), las figuras ya eran voluminosas en aquella época. Por intuición, hacía estas cosas voluminosas y después cuando estuve estudiando, sobre todo en Italia, vi toda la pintura florentina, que es muy volumétrica, y eso me reafirmó en mi creencia de que la pintura tenía un elemento muy importante, que era el volumen y que había que cultivarlo. La pintura en general hoy en día es más bien plana. El hecho de que yo me interesara por el volumen, primero intuitivamente y después racionalmente, me creó una manera de expresarme completamente distinta a los demás", afirma.
Una de las cosas que menos gusta a Botero es insinuar que pinta personajes gordos. "Mis obras no tienen nada que ver con los gordos, sino con el volumen. Como usted ve, yo pinto una naturaleza muerta, un paisaje y es volumétrico. Obviamente hay gente que piensa que tiene que ver con la gente obesa. Por ejemplo, estando en Japón, hicieron una exposición en el museo de Tokio y, para agasajarme, llevaron un grupo de luchadores de sumo. Eran como diez monstruos gigantescos".
Botero tiene un estudio en París que es un pequeño templo de arte. Un enorme cuadro de una Menina volumétrica, inspirada en el cuadro de Velázquez, preside el salón. Y es que el artista colombiano siempre ha sentido mucho respeto por los clásicos.
Creatividad ausente
"El arte en general es pobre hoy en día. No está viviendo un momento glorioso. Hay muchos artistas que consideran que la pintura está muerta. Hoy en día se hacen más instalaciones, videos y ese tipo de cosas que pintura. Todo eso que se hace hoy en día es arte, pero no puede reemplazar a la pintura, que es algo que se hace sobre una superficie plana, con formas y colores, y no puede ser sustituido por algo que tiene más que ver con la fotografía, con el cine".