ROMA (AFP) - Las descarnadas críticas del humorista Beppe Grillo, inspirador de una de las páginas internet más visitadas del mundo, pusieron a temblar a la clase política italiana, considerada hasta ahora una "casta" intocable.
Grillo, de 59 años, quien desde hace años en sus espectáculos denuncia con humor, sarcasmo y un fuerte tono indignado las ilegalidades de gigantes como Telecom, Fiat y Parmalat, esta semana apuntó el dedo contra la clase política italiana, calificándola nada menos que de "cáncer de la democracia".
El irreverente cómico italiano se ha convertido en la conciencia ética del país por lo que no ahorra estocadas contra el Parlamento, al que comparó con una "comunidad de recuperación (de drogados y delincuentes), donde uno de cada diez tiene antecedentes penales".
Una alusión directa al elevado número de parlamentarios condenados que cuentan con un escaño en el Parlamento: 25.
Su popularidad creció con el sorprendente éxito que tuvo la jornada de protesta organizada el pasado domingo en varias ciudades italianas con el provocador lema de "V-Day", es decir "Vaffanculo Day", que en español podría traducirse delicadamente como "el día del váyase a tomar por saco".
El suceso que tuvo una movilización generó preocupación, alarma, críticas y malestar entre los políticos, tanto de izquierda como de derecha.
El cómico, que dice en bromas las verdades que muchos piensan, propuso que el Parlamento adopte tres artículos clave para comenzar a 'limpiar' las dos cámaras, entre ellas que los condenados por la justicia en forma definitiva sean inmediatamente expulsados.
El proyecto recibió el rápido apoyo de 300.000 personas que firmaron la petición. Además, su 'blog', el más consultado de Italia y el 13º en el mundo, fue literalmente invadido, confirmando su increíble popularidad.
El llamado 'grito liberatorio' de las masas que acudieron a protestar en las plazas con un vulgar "Vaffa...", puede transformarse en el nacimiento de un nuevo partido, con un programa específico que abarca medio ambiente, trabajo, legalidad y que no quiere identificarse con la izquierda ni con la derecha.
Grillo, sin embargo, rehúsa ingresar en la política para limpiar a la clase política.
"No quiero formar un partido, los quiero destruir, porque son el cáncer de la democracia. Tenemos que apropiarnos de la política", advirtió el artista, sorprendido también por el amplio consenso alcanzado.
Grillo, quien suele aparecer poco en televisión y se limita a organizar giras con sus espectáculos por todo el país, resulta ahora el emblema italiano de una nueva era, un producto virtual, un "líder de la red cibernética", fruto de las masas que viajan por el web.
"La gente que me apoya no espera nada de la derecha y está decepcionada de la izquierda. Cuando se fue el enano (ndr: Silvio Berlusconi), pensamos que las cosas iban a mejorar (...). Ahora esos mismos creen que la izquierda es peor que la derecha", declaró.
En sus arengas "apolíticas", como las de cualquier hombre de la calle, critica la presencia de tantos "viejos" activos en todos los estamentos de la sociedad italiana, censura el gobierno de centro izquierda de Romano Prodi.
"Soy un detonador, un vehículo del sentimiento popular", sostiene Grillo.
Sus críticas han generado debates muy serios.
"El cómico es un hombre de teatro y el teatro ha tenido siempre una dimensión política. El teatro trágico de Aristófanes también era político. Hay que ver si Grillo está a la altura", sostiene el filósofo y alcalde de Venecia, Massimo Cacciari, ante la avalancha de reproches contra el cómico.
Por su parte, Eugenio Scalfari, fundador del diario progresista La Repubblica, denunció la actitud del humorista: "Que nadie se engañe con el lema 'ni de derecha ni de izquierda'. Se trata del lema de la peor derecha, la populista y demagógica, que busca un líder para suprimir toda responsabilidad propia. La sombra de la dictadura".
El fenómeno Grillo y el "grillismo" no sólo alarmó a la clase política, que lo condenó en la mayoría de los casos y lo justificó en contadas ocasiones. También puso a temblar a politólogos, sociólogos e historiadores que parecen desconcertados frente a este nuevo fenómeno de la política italiana.
© 2007 AFP